De Valladolid a Toledo. ¡Qué Suerte tiene Toledo!

Autor: Josefa Romo Garlito 

Todos los medios se han hecho eco: nuestro Arzobispo será el Primado de Toledo. ¡Qué suerte tiene Toledo! Tendrá un digno sucesor de sus insignes prelados. Siete años ha regido esta parte de la Iglesia regada por el Duero, y ahora se marcha a la del Tajo, hasta Extremadura. A muchos vallisoletanos les deja con nostalgia; a otros, los extremeños –vallisoletanos (es mi caso), también con la esperanza de reencontrarle a los pies de la Morenita, en Guadalupe. Recuerdo, como si fuera ayer, su rápida acogida a los movimientos laicales. Con él han surgido nuevas asociaciones para dar respuesta a los problemas de nuestro tiempo, y ha sabido ser, para ellas, su vara y su cayado. ¿Cómo le calificaría ? Creo que esta frase lo dice todo: es un digno sucesor de los Apóstoles. A un Apóstol no se le pide que sea inteligente, sino fiel transmisor de la Verdad, que es Jesucristo, y don Braulio es lo uno y lo otro. A un Apóstol no se le pide que sea buen orador, sino claro en sus predicaciones y escritos, y don Braulio es brillante en sus homilías y llano y sencillo en sus cartas apostólicas. A un Apóstol no se le pide que sea simpático, sino que sienta celo por las almas, y don Braulio es cordial y tiene ardor apostólico. Un Apóstol debe ser perspicaz y respetuoso, y don Braulio es intuitivo y respeta a todos, aunque no comparta todas las ideas. Don Braulio tiene el atractivo de unir su natural timidez con una valentía poco común, en simbiosis irreprochable. Hombre sencillo, sabe hacerse pequeño ante los pequeños para que ninguno sienta reparo de acercarse a él. Obispo responsable, su doctrina es la de la Iglesia, a cuyo Magisterio sirve con entera fidelidad. ¿Qué es lo que a muchos nos gusta más de él? Que defiende sin miedo ni fisuras la cultura de la vida frente a la cultura de la muerte en boga. No le encoge el número pequeño ni le envanece una catedral abarrotada de fieles. Siento que se vaya de esta tierra que parece ya suya, y le deseo que en Toledo sepan apreciar su inestimable valía humana y apostólica.