Carta abierta a la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído
Autor: Josefa Romo Garlito 

Srta. Aído: Me cuesta creer que, bajo su responsabilidad, se apruebe un proyecto de ley que servirá para discriminar a un grupo humano, los no nacidos, y oprimir la conciencia del personal sanitario. Créame, al mirar la frescura de su rostro joven, de apariencia sensible, siento rechazo a admitir la realidad de sus pretensiones como ministra de igualdad. El nasciturus ha comenzado su vida, como usted y como yo, y quitársela es criminal. Una ley injusta no puede ser verdadera ley, y, por tanto, no puede ser vinculante;  podrá presentar el crimen como un derecho; no convertir lo inmoral, en moral y ético. Seguro que usted, como mujer,  lo sabe y lo siente: lo que se gesta en nuestro cuerpo es un ser humano. Pero nadie puede admitir, salvo que sea de la piel del diablo, ser causa de inenarrables crueldades. ¿Y cómo se resuelve psicológicamente? Con un mecanismo de defensa: uno se crea excusas, falsas ideas sobre la realidad, para no sentirse causante o culpable. ¿No será lo que la lleva, a usted, a decir que el nonato no es humano antes de las 14 semanas (otros dirán que no lo es hasta el año)? Le pasaba también  a Hitler: decía que los judíos no eran humanos. Mire, Srta. Ministra: quiero recordarle que fue un grupo tildado de radicales y de enemigos de las libertades, los abolicionistas, quienes consiguieron acabar con la vergonzosa ignominia de la esclavitud, presente en Estados Unidos hasta mediados del siglo XIX. Ahora son las asociaciones defensoras de la vida, la Iglesia y un gran número, en aumento, de gente de toda clase y condición, los que nos oponemos al aborto, impropio de socialistas y de cualquier persona de buena voluntad. No pararemos hasta conseguir, pacíficamente, la abolición de la injusticia abortera y la verdadera ayuda a las embarazadas en dificultad. Por dignidad personal, dé marcha atrás al proyecto ZP de aborto. Aunque joven, sea valiente y dígale: conmigo, no. No quiera tergiversar lo reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene  derecho a la vida” (artículo 3).