La Obediencia como virtud

Autor: Josefa Romo Garlito  

 

 

Envueltos en la poesía navideña, quizá se nos escaparan algunas reflexiones propias de ese tiempo que acaba de transcurrir. San Agustín, el converso cartaginés que trajo de cabeza a su madre Santa Mónica, hizo un comentario sobre el Niño Jesús que también ahora podemos tener en cuenta. Tocado por la gracia, el genio filosófico del siglo IV comenta que Jesús se ocupaba de las cosas de Dios y se sometía a sus padres: «Bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su
autoridad»... ¿Por qué se sometió a aquellos que eran tan inferiores a él por su naturaleza divina? “Porque «se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo»
(Fil 2,7).
Hoy parece que la obediencia está pasada de moda: los hijos escapan de la sumisión reverente a sus padres y muchos alumnos pierden el respeto a sus profesores.
Luego, se someten al cabecilla del grupo, no siempre el mejor ni el más inteligente.
Obedecer no es cosa sólo de frailes (los hay también díscolos). Hasta los ejércitos funcionan bien si no va cada uno por libre. En el cristiano en familia y en los miembros de una asociación, la obediencia es virtud. ¿Y si uno sabe más y es más guapo y más listo?
Decir eso, refiriéndose a sí mismo, ¿ no es falta de fe y de humildad? Dios puede obrar a través de cualquiera, pues no es tanto la inteligencia del que ejerce la función de guía, cuanto la Providencia divina que actúa por él. En vasos de barro, se ha mantenido la Iglesia a través de los siglos.