Don Leocadio, un cura extremeño.

Autor: Josefa Romo Garlito  

 

 

En el Hoy de Extremadura he encontrado noticias de Alcuéscar y me han hecho recordar a don Leocadio Galán, natural de Calamonte ( Badajoz). Un día me entrevisté con él en el internado que creó en ese pueblo cacereño del que fue su párroco durante muchos años. Me lo enseñó él mismo. Me llamó la atención que allí pudieran estudiar los hijos de los pobres: pagaban al precio de coste. Otra impresión positiva: la Casa de Misericordia, que la atendían los Esclavos de María, fundación que comenzó con jóvenes que de niños fueron sus monaguillos. En la Casa de
Misericordia, don Leocadio daba ejemplo abajándose a realizar las tareas más humildes. Hablemos claro, como nos gusta a los extremeños: a un hombre sin manos, él mismo le limpiaba el culo. Ya ven, hay hijas que no se agachan para limpiar el de su padre, y ese cura santo
aseaba a quien otros considerarían un extraño. Uno de los enfermos me refirió esta anécdota: a un niño del Colegio le atacó un enjambre de avispas; pero don
Leocadio lo metió inmediatamente en una charca y le salvó la vida. Su chófer, uno de los hombres acogidos
en su Casa, me contó que el cura observó en un fraile,
brusquedad hacia un minusválido.
¿Reacción? Le mandó subir al coche y, ya en el campo, le pidió que se quitara el hábito: ’no valía para esclavo de María’. No me extraña que se haya incoado su proceso de beatificación ( en 2001). A mí me pareció un hombre fuerte y algo adusto; pero se le adivinaba su corazón de oro. Esta anécdota contada por él mismo sobre el tiempo de la República, confirma mi impresión: “…Cuando pasé por la plaza unos mozos se burlaron de mí, rebuznando y soltando palabrotas. Les hice cara diciéndoles: os advierto que debajo de esta sotana hay unos pantalones y debajo de estos pantalones hay un hombre, y ahí quedó la cosa”.