Aborto. El pilar de la democracia es el respeto a la vida.

Autor: Josefa Romo Garlito  

 

 

Hace escasos días, el Consejo de Europa falló en favor de la objeción de conciencia. Para él, mi más efusiva felicitación. El aborto no es un derecho humano universal como pretende imponerlo el lobby abortista; ni se trata de un “tratamiento de salud”, como lo pintan para que se extienda por todo el mundo sin estorbo. ¿Cómo llaman “salud” a la muerte? El principal y primero de todos los derechos, es el de continuar la vida, y el deber de los gobiernos, defenderlo. La protección de la persona humana es el fundamento de la democracia. O promocionamos la dignidad de la persona protegiendo los derechos humanos sin discriminación alguna, o la democracia se nos va al garete. Proteger al lince y al lobo y dejar sin protección al no nacido, ¿cómo se digiere? No, ciertamente, desde la razón ni desde un corazón de carne, sino desde una ciega ideología cuyos portadores hambrean los dineros de organizaciones de filántropos temerosos del crecimiento demográfico. El aborto es peligroso para la mujer, mata al niño y causa heridas mortales en la sociedad y en la economía; se basa en una mentalidad eugenésica y equivocadamente utilitarista, manipuladora y de raíz egoísta, que sitúa al hombre al nivel de las bestias.