Día Internacional de la Mujer

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

¿El 8 de marzo, desde 1975, es el Día Internacional de la Mujer.

Como muy bien ha dicho Manos Unidas, “la mujer es el pilar básico en el desarrollo de los pueblos”. Pero estos eventos en favor de la mujer, no van siempre acompañados de los cambios necesarios para el bien de las mujeres, que en un afán de igualarnos al varón, hemos cometido errores, y en vez de lograr mayor libertad, muchas veces nos hemos hecho incluso más esclavas.

Al trabajo en casa, se le ha añadido a la mujer, el trabajo fuera, en condiciones que a veces no respetan las características de la mujer y menos de la mujer madre, por lo que bastantes renuncian a su vocación natural a la maternidad.

Hay que buscar la igualdad, pero sin rebaja de la dignidad personal y del bien familiar. El feminismo radical no es positivo. Quizá provenga, en el fondo, de una supervaloración del varón, con el que se pretende competir como por revancha. Nosotras no somos menos que ellos, ni más tampoco: sencillamente, somos distintos y debemos cultivar las características propias en lugar de invertirlas.

Según un estudio de Randstad, ’el trabajo fuera del hogar dificulta en la práctica el crecimiento de la familia’. Ni que decir tiene en el aspecto educativo de los hijos en bastantes casos en que quedan abandonados y sin control. Hay que dejarse de ideologías y aterrizar en la realidad. Yo trato de conciliar la vida laboral y familiar; pero no me impide ver que el servicio que presta a la sociedad la mujer en casa, es impagable y debe ser remunerado. La mujer que trabaja en su propio hogar, ahorra al Estado el 40 por ciento del Producto Interior Bruto, según un estudio de Eurostat.

En España estamos a la cola de Europa en políticas familiares. Aquí no se valora a la mujer ni como madre y educadora de sus hijos ni tampoco como ama de casa, y así nos va. Otro problema: salvo escasas Comunidades (Madrid y Murcia), no se presta ayuda a las embarazadas con problemas: sólo se preocupan de promocionar el aborto, sin tener en cuenta el inmenso daño psíquico – a veces también físico- que para la mayoría supone una maternidad así frustrada.