El obito de Lucia de Fatima

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

“La Hermana Lucía partió en una enorme paz”- afirmó el Obispo de Coimbra, Monseñor Albino Cleto, quien la acompañó en los últimos momentos-. Ya llegó para Lucía “el gran día de las aleluyas eternas”, que deseaba ardientemente, porque el túmulo no aniquila todo, y la felicidad del amor eterno e infinito comienza ya” (Prólogo de la Cuarta Memoria). Sí, el óbito de Lucía ha sido el inicio de una vida más plena: la Virgen le había prometido que la llevaría al Cielo; pero antes, muy pronto, a sus primos, y que ella se quedaría un tiempo aquí para darla a conocer y amar.

Gracias a la Prensa, nos ha llegado la noticia, particularmente impactante en tierras portuguesas, que guardaron luto y suspendieron la campaña electoral. También nos ha impactado de forma particular a los católicos de Extremadura, por ser nuestra tierra la más cercana de España a Fátima. Fue el 13 de febrero, una fecha muy curiosa por coincidir el 13 con los días de las apariciones.  La  muerte de Lucía me ha traído el recuerdo de Aljustrel, pueblo natal de Lucía, Jacinta y Francisco, en cuyas casas se adivina con emoción aquella  sencillez y humildad que les hizo acreedores de la visión y del mensaje de la Reina del Cielo. Pero, como digo a mis hijos, el mensaje de oración y penitencia que escucharon los “pastorinhos”, no era privado. Todos debemos sentirnos interpelados por las palabras de la Madre de Dios: “muchos se condenan porque no tienen quienes recen y ofrezcan sacrificios por ellos”. También pidió la Virgen, oraciones por la Paz y por el Papa. La oración puede cambiar muchas cosas; y el “Obispo vestido de blanco que caía herido por arma de fuego” (Juan Pablo II), superó aquella fatalidad  del 13 de mayo de 1981.  La bala la engarzó el Papa en la corona de la Virgen en Fátima.

Ante la persecución de las autoridades civiles contra la niña,  tras despedirse ésta de los  lugares de las apariciones “con el corazón encogido por la nostalgia”, la trajeron  a Tuy (Pontevedra), y en tierras de Galicia hizo sus primeros votos religiosos con el hábito  de las monjas Doroteas. Aquí le dijo la Virgen que pidiera al Papa la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón, campo de batalla de Lucía; aquí le pidió también que divulgara la  devoción de  los Primeros Sábados Reparadores (  confesión y comunión, Rosario y quince minutos de meditación), con la promesa de salvación. En 1948, por deseo de la Virgen, se hizo “carmelita descalza”. 

El mensaje de Fátima es altamente positivo: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”. Lucía ya se ha marchado; pero nos ha dejado escritas de su puño y letra, sus interesantes “Memorias”  y “Llamadas del Mensaje de Fátima”. Ahora, su alma santa  atenderá  nuestras súplicas y seguro que muy pronto la veremos en los altares.