La eutanasia como problema

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

Hace escasos días fue noticia Madeleine por su suicidio como espectáculo en su casa de Alicante. La justicia lo investiga, pues ocurrió sin socorro ante el redactor de un Diario y dos personas pro-eutanasia.
¿Soberbia de la señora que no quería tener que ser cuidada?¿ Manipulación de los señores de la muerte, esos que le llaman muerte digna a la eutanasia? Dos países de entre tantos que existen en el mundo, tienen legalizada la eutanasia: Holanda y Bélgica bajo ciertas circunstancias. En Australia, revocaron la ley. Pues bien, según un informe belga, entre 2004 y 2005, la muerte por eutanasia o “suicidio asistido” representó un 0,3% del total muertes en Bélgica. En Holanda, los ancianos prefieren que se les asista en clínicas de fuera: muchos se han ido y se van a vivir y a morir a Alemania, y ha habido quejas por
eliminación de enfermos que no pidieron morir. ¿Por qué será? Muy sencillo: tenemos el instinto de vida, no de muerte, y sólo quienes se hunden en la depresión, la locura o una gravísima desesperación, pueden desearse la muerte. Llamar muerte digna a la eutanasia activa o al suicidio aistido, ¿no es un eufemismo para enmascarar con palabras bellas la
fealdad del asesinato consentido por la víctima? Todos deberíamos ser acompañados y sentirnos amados para valorar siempre el tesoro de la propia vida.

Conocemos a personas muy desvalidas pero serenas y alegres: se sienten queridas y ven así el sentido de su vida. El deseo de morir está vinculado, casi siempre, a la calidad de las personas que nos rodean.
Si Ramón Sanpedro no hubiera tenido trato con la Maneiro, estaría ahora sonriendo con el cariño de su cuñada y de su hermano. Era inteligente y podía haberse dedicado a escribir y a llenar de consuelo a muchos, como hace el también tetrapléjico don Luis Moya.