Santos y difuntos en Noviembre

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

Nos asomamos al llamado "Mes de lo Difuntos", con el pistoletazo de salida en el "Día de Todos los Santos".
Pese a la importación británica de "Halowe", hay quienes hacen un alto en el camino y se interpelan en serio sobre la la vida y la muerte.
Estos días inundamos los cementerios. Incluso desde lejos, muchos acudimos al pueblo querido a rezar junto a la tumba del familiar inolvidable que franqueó el tiempo y nos dejó el alma dolorida. Especialmente en esta época, suelo recordar las sabias palabras de un educador jesuita, hoy en proceso de beatificación:
"Esta vida no es la Vida" (P. Morales). Es algo común a los santos vivir la vida con proyección de eternidad. Tuvieron muy presente que aquí sólo vamos de paso y que al final no será igual haber vivido con una fe operativa, en justicia y caridad, que pisando,
extorsionando, traicionando o engañando al otro para escalar. Sabían muy bien que no es lo mismo vivir con la mirada puesta en Dios, que pasando de Él como  ingratos o hijos desnaturalizados.
¡Cuánta preocupación por la jubilación, sin saber siquiera si vendrá...! Pero, ¿cuántos se preocupan de atesorar para el día cierto de la entrada en la Vida?
Como el estudiante aplicado con la vista en junio, pasan los santos por la vida con la mirada en el Cielo, sin despistarse. Los admiro por su actitud previsora de cara a la Eternidad. Llenaron sus alforjas de bienes verdaderos y no temieron la muerte, el velo roto del dulce encuentro... Tenían presentes las palabras tonificantes de Jesús: "El que vive y cree en Mí, no morirá nunca". No se trata simplemente de creer, sino de vivir la fe.
Un día de los difuntos, metida en estas reflexiones, escribí unos sencillos versos que ahora me vienen a la memoria: "Mientras pasé por la vida / fui atrapado por las flores,/ caminé a la deriva / deslumbrado por colores. / Al fin no tengo ninguna, / allá quedaron ajadas,/ pasé de hacer mi fortuna, / y no me sirven de nada /. No fui misericordioso / ni tuve piedad con Dios. / Vivé siempre despistado / y me olvidé del Señor. / Por eso ahora me veo / pobre, triste y andrajoso /, por vivir como un ateo / sin valores religiosos..."
Ahora atravesamos momentos cruciales y los cristianos debemos salir del armario. Como digo a mis hijos, al acercarnos al Camposanto puede ser estimulante recordar aquellas palabras del Evangelio: " A quien me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre y de los ángeles de Dios"