Cultura de la muerte

Autor: Josefa Romo Garlito

 

 

¿ A qué nos referimos cuando hablamos de cultura de la muerte? Sencillamente, al estilo de vida que supone una actitud contraria a la protección de la vida necesitada de apoyo; eso que algunos llaman progreso pero que supone la regresión a una especie de canibalismo que practican ciertas clínicas y laboratorios, algo que no es nuevo: en Alemania se ensayó algo de eso en los años cuarenta, cuando dominó allí el nacionalsocialismo. Expresión de la cultura de la muerte es la congelación de embriones para experimentar con ellos, como si a los seres humanos se les debiera considerar materia prima de laboratorios; la clonación, sobre todo la terapéutica, que tiene como objetivo crear a unos para matarlos y curar a otros con sus despojos; la inseminación artificial a quienes se niegan a aceptar su esterilidad, sin darse cuenta de que hay otros modos, y muy generosos, de ser padre y madre, mediante la adopción, por ejemplo; la conversión del vientre de unas mujeres, en recipientes de alquiler para otras, sin sopesar los problemas emocionales y jurídicos que pueden plantear; el recurso al diagnóstico prenatal para provocar el aborto de fetos con posibles malformaciones o con el síndrome de Down, sin abrirse a la generosidad y al amor de esos niños; el mal llamado derecho al aborto, que representa la carta de impunidad para que los padres lleven a sus hijos al patíbulo para deshacerse de ellos; el requerido derecho a la eutanasia, que representa la licencia para matar los hijos a sus padres cuando les estorben porque se hacen dependientes y tendrían que cuidarlos y no podrían ir a esquiar ni hacer viajes; el terrorismo, que es el recurso a las pistolas y a las bombas para someter la voluntad de un pueblo, asesinando a personas inocentes. Todos estos trazos y cada uno de ellos, representa la cultura de la muerte, de la que algunos se ufanan.
En Cáceres y a favor de la mujer y contra el aborto, se prepara un congreso en marzo; es decir, contra la cultura de la muerte.