Sonata: Claro de Luna
La joven ciega que salvó a Beethoven

Autor: Padre José Martínez Colín
 
 
1) Para saber


A veces nos podría dar la impresión que la gente de éxito y admirada, tuvo una vida de felicidad, y por ello se nos puede antojar también dicha fama, pero hay que estar concientes de que no siempre es así. Las personas que se vuelven famosas e importantes también, como cualquiera, tienen sus momentos difíciles, a veces llegando a padecer grandes amarguras.


Recibí un relato que lo muestra. Dice estar basado en el escrito del músico Enrique Baldovino.
Se trata del gran músico universalmente famoso Ludwig Van Beethoven, que nació en 1770, en Bonn, Alemania, y falleció en 1827, en Viena, Austria.


Beethoven pasaba por unos días de profundo decaimiento debido al fallecimiento de un príncipe de Alemania, que era como un padre para él.


El joven compositor sufría una gran carencia afectiva, pues su padre fue un alcohólico contumaz y lo agredía físicamente. Falleció en la calle, por causa del alcohol. Su madre murió muy joven. Su hermano biológico nunca lo ayudó en nada, y, a todo esto se sumaba, el hecho de agravarse su enfermedad. Síntomas de sordera, comenzaban a perturbarlo, al punto de dejarlo nervioso e irritable.


Beethoven solamente podía escuchar usando una especie de trombón acústico en el oído. El cargaba siempre consigo una pizarra o un cuaderno, para que las personas escribiesen sus ideas y pudiesen comunicarse, pero se desesperaba.
Notando que nadie lo entendía, ni lo quería ayudar, Beethoven se retrajo y se aisló. Por eso conquistó la fama de misántropo. Por todas esas razones, el compositor cayó en una profunda depresión. Llegó a redactar un testamento, diciendo que se iba a suicidar.


Pero como que ningún hijo de Dios está olvidado, le vino la ayuda divina a través de una chica ciega, que vivía en la misma pensión pobre, a donde Beethoven se había mudado. Esta chica le dijo una vez casi gritando: “Yo lo daría todo para ver una Noche de Luna Llena”.


Al escucharla, Beethoven se emociona hasta llorar. Por lo menos, él podía ver. El podía escribir su arte en las partituras. Recuperó la voluntad de vivir y se propuso hacerle sentir a la chica, mediante su música, lo que no podía ver. Para ello introdujo en su tema, una melodía que imita los pasos vagos de quienes llevan el féretro mortuorio de su príncipe protector.


Acordándose de la chica ciega, como preguntándose el por qué de la muerte de aquel mecenas tan querido tradujo, a través de la melodía, la belleza del cielo plateado en una noche bañada por los claros de luna para alguien que no podía verlo con los ojos físicos. El resultado fue una de las piezas musicales más bellas de la humanidad: la sonata “Claro de Luna”.


Algunos estudiosos en música dicen que las tres notas que se repiten, insistentemente, en el tema principal del primer movimiento, son las tres sílabas de la palabra “¿por qué?” en alemán.


Años después de haber superado el sufrimiento, vendría el incomparable Himno a la Alegría, de la 9ª sinfonía, que corona la misión de ese notable compositor, ya totalmente sordo. Himno a la Alegría expresa su gratitud a la vida y a Dios, por no haberse suicidado.


Y todo gracias a aquella chica ciega, que le inspiró el deseo de traducirle, en notas musicales, una noche de claro de luna.