¿Por qué nos equivocamos?
La historia de las sábanas sucias

Autor: Padre José Martínez Colín

 

 

1) Para saber 

Hay situaciones en que dos personas están dialogando y poco a poco suben el tono y comienzan a discutir. Cada una de ellas cree estar en la verdad. Termina la discusión y cada uno sigue pensando que el otro está equivocado. Ahora bien, no es posible que los dos estén en la verdad respecto a lo mismo, pues eso sería contradictorio. Respecto a un mismo punto de vista no puede ser que las dos posturas sean verdaderas a la vez, ¿quién está equivocado y quien tiene la razón? 

El hombre es falible, es decir, puede equivocarse si no tiene cuidado en las afirmaciones que hace. Las causas de sus equivocaciones son muy diversas. Unas veces se debe a que se precipita en sus palabras antes reflexionar. Muchas otras la causa de sus errores la provoca él mismo al no tener la humildad para aceptar que sus afirmaciones aún no son del todo seguras. No se tiene la actitud para esperar o buscar aún más la verdad. La combinación de la pereza para buscar la verdad, con la soberbia al no aceptar que no se sabe de algo, hacen se acepte como verdadero lo que apenas era una conjetura o una simple opinión.

Nuestros mismos prejuicios no nos ayudan a ver la realidad tal como es. Por ejemplo, si ya se tiene un pensamiento negativo sobre una persona, es probable que cuando hable o haga algo, lo vea con malos ojos y lo considere como unas palabras o acciones indebidas. 

2) Para pensar 

Se cuenta que una pareja de recién casados, se mudó para un barrio muy tranquilo. En la primera mañana en la casa, mientras el marido tomaba café, la mujer reparó a través de la ventana, que una vecina colgaba unas sábanas en el tendedero.

“Quizás necesita un jabón nuevo... ¡Ojalá pudiera ayudarla a lavar las sábanas!”

El marido miró y quedó callado. “Que sábanas tan sucias cuelga la vecina en el tendedero .. !” siguió diciendo su mujer.

Y así, cada dos o tres días, la mujer repetía su discurso, mientras la vecina tendía sus ropas al sol y el viento.

Al mes, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas limpiecitas, y dijo al marido: “¡Mira, por fin ella aprendió a lavar la ropa! Tal vez le enseñaría otra vecina”.

El marido le respondió: “¡No fue eso. Sucede que hoy me levanté más temprano y lavé los vidrios de nuestra ventana!”

Y la vida es así. Muchas veces todo depende de la limpieza de la ventana, a través de la cual observamos los hechos.

Antes de criticar, quizás sería conveniente verificar si hemos limpiado el corazón para poder ver más claro. Entonces podremos ver claramente la limpieza del corazón de los demás. 

3) Para vivir 

En la Sagrada Escritura encontramos la invitación de Nuestro Señor Jesucristo para limpiar primero nuestra mirada, nuestro corazón, y entonces ayudar realmente a quitar sus defectos a los demás: «¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: hermano, deja que quite la paja que hay en tu ojo, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo sacar la paja del ojo de tu hermano» (Sn Lc VI, 41-42).

Hemos de fomentar en nuestras vidas una actitud de humildad, pues el peligro de vernos superiores está siempre acechando y si no tenemos cuidado es fácil ceder.