¿Qué significa la Pascua?
La historia del soldado necesitado

Autor: Padre José Martínez Colín

 

 

1) Para saber

        Una vez terminada la cuaresma y habiendo conmemorado la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, comienza el tiempo pascual. Cincuenta días para celebrar el acontecimiento más grande de la historia: la redención del hombre, su liberación del pecado.

        La fiesta de la Pascua ya se celebraba en tiempos de Jesús, pero con Él va ha cambiar de sentido y de significado. La palabra “Pascua”, que significa literalmente “paso”, se refería a un suceso del Antiguo Testamento, al “paso” del ángel del Señor. Fue cuando el pueblo judío estaba cruelmente esclavizado por los egipcios. Entonces Dios mandó a Moisés para convencer al Faraón para que los dejara salir, pero ante su negativa, fueron enviadas diversas plagas. La última consistió en que un ángel pasaría por cada casa, en la que moriría el primogénito a menos que hubieran marcado la puerta con la sangre de un cordero sacrificado.

        Como podemos observar, hay una gran simbología: la salvación vendría por el sacrificio del cordero pascual, es decir, el Cordero de Dios, Jesucristo.

        Con Cristo, ahora la Pascua significa el “paso” que el hombre hace de la esclavitud del pecado hacia la vida de la gracia. De estar alejados de Dios, ahora somos sus hijos. 

2) Para pensar 

        Se cuenta que en siglo XIX, durante la guerra civil en Estados Unidos, un joven soldado perdió en una batalla a su hermano mayor y a su padre. El soldado decidió ir a Washington, para entrevistarse con el presidente Lincoln y pedirle que lo liberara del ejército, para poder ir a su casa y ayudar a su madre y a su hermana en las labores agrícolas, pues habían quedado desamparadas. 

        Al llegar, el guardia que estaba de turno le comunicó que no podía ver al Presidente, ya que estaba muy ocupado. Le ordenó que se fuera y volviera al campo de batalla. 

        Desilusionado, el soldado se sentó en un banco. Allí estaba, sin saber qué hacer, cuando se acercó un niño adonde estaba y viéndolo triste, le preguntó qué le ocurría. El soldado le contó su historia. “Yo puedo ayudarlo” dijo el muchachito, muy conmovido. Y tomándolo de la mano, lo llevó de vuelta al portón de la Casa Blanca. Aparentemente el mismo guardia no los vio, pues no fueron detenidos. Entraron y pasaron delante de generales y oficiales, pero ninguno les detenía.

        Finalmente, llegaron al Salón Oval, donde el Presidente estaba trabajando. El niño entró sin tocar la puerta, conduciendo al soldado. Detrás del escritorio, estaban el presidente Abraham Lincoln y un general examinando los planes de batalla. El Presidente le dijo al niño: “Hijo, buenas tardes ¿puedes presentarme a tu amigo?”

Su hijo, Todd, respondió: “Papá, mi amigo soldado quiere hablar contigo”. El soldado le hizo el pedido al presidente Lincoln, y allí mismo obtuvo el favor que necesitaba. 

3) Para vivir 

        No podemos olvidar que nosotros también tenemos acceso al Padre celestial por medio de su Hijo, Jesucristo. Él es nuestro intercesor, y podemos ir a su presencia en cualquier momento y hora.

        Vivamos con esa confianza filial, recordando a San Pablo que nos dice: “Pero ahora en Cristo Jesús, a ustedes que antes estaban lejos, Dios los ha acercado mediante la sangre de Cristo... Pues por medio de él tenemos acceso al Padre” (Efesios 2:13,18).