Saber dirigirnos por la verdad.
La historia de los ciegos

Autor: Padre José Martínez Colín  

 

1) Para saber

Sabemos, como dice el Papa Benedicto XVI, que el amor es una fuerza poderosa, extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad a metas nobles. Pero ese amor, nos dice el Papa, no puede autodirigirse.

A veces se dice que el “amor es ciego” y hay algo de cierto en esa frase. Y es que el amor necesita, como los ciegos, un consejero, una guía. El Papa nos señala en su reciente Encíclica cuál es ese asesor: la verdad: “Sólo en la verdad resplandece la caridad y puede ser vivida auténticamente” (“La caridad en la verdad”, n.3). La verdad, obtenida por la fe o la razón, se convierte en la luz que ilumina, da sentido y valor a la caridad. Será preciso no separar el amor de la verdad pues, como dice el Papa, el amor se volvería un sentimentalismo. El amor caería en la trampa de las opiniones, en un relativismo.

2) Para pensar

Hay un cuento de León Tolstoi en donde relata que había un rey en la India que mandó traer a varios ciegos y los puso junto a un elefante. Los ciegos palparon al elefante, cada uno en una parte distinta. Un ciego palpó las patas; otro la cola; un tercero el inicio de la cola; otro la piel; uno más los dientes y otro la trompa.

Después el rey los llamó a su presencia y les preguntó: “¿A qué se parece el elefante?”

El primer ciego, que había tocado las patas respondió: “Se asemeja a unas columnas”. El segundo dijo: “No, se parece a una escoba”, pues había palpado la cola. El tercero afirmó: “Es como una rama”, pues había tocado el inicio de la cola. Otro dijo: “No, más bien parece un pedazo de tierra”. Era el que había tocado su piel. Otro ciego le refutó: “Es como un muro”, pues había palpado su costado. El que había tocado los dientes dijo: “Nada de eso, es semejante a unos cuernos”. En cambio el que tocó la trompa dijo: “Se equivocan, se parece a una cuerda gruesa”. Y todos los ciegos empezaron a discutir entre sí, sin ponerse de acuerdo.

El Papa Juan Pablo I recordaba esta historia y decía que le parecía indigno, tanto de Dios como de la razón, el pensar que el hombre se encontraba en la misma situación que los ciegos. Dios ya envió a su Hijo, que es la Verdad, para que no caminemos a oscuras. Tenemos la luz de la verdad que nos guía. 

3) Para vivir 

Hemos de dar gracias a Dios por otorgarnos el don de la Verdad, pero también habrá que ser dóciles para seguir esa verdad.

El Papa Benedicto XVI en la Encíclica mencionada señala que una caridad sin verdad no es auténtica. Hoy en día no es difícil encontrarse con situaciones en donde se percibe esa rebeldía para acatar la verdad. Algunos, por el esfuerzo que comporta, no aceptan la verdad. Por ejemplo, nos encontramos a personas casadas que quieren seguir viviendo como solteros y, en cambio, a novios que viven como los casados. O los hijos que no aceptan su condición y se rebelan contra los padres; o el trabajador que busca cómo no cumplir sus deberes; el estudiante que se las ingenia para aprobar sin estudiar y un largo etcétera. Se puede decir que el pecado, además de ser ofensa a Dios, consiste precisamente en separarse de la verdad.

La verdad consistirá en vivir aquello que somos, aunque nos cueste esfuerzo y renuncias. Entonces nuestro amor será auténtico. Como dice el Papa, esa verdad será la que nos haga libres.