Todos somos Iglesia.
Un compromiso de todosAutor: Padre José Martínez Colín
1)
Para saber
El Papa
recuerda que la Iglesia, estando al servicio de Dios, está también al servicio
del mundo en términos de amor y verdad. Y recordaba dos grandes verdades que su
antecesor Pablo VI anunciaba: La primera es que toda
Recordemos
que todo bautizado es parte de la Iglesia, no podemos pensar que lo que el Papa
dice es sólo para la jerarquía y no para todo fiel y, de hecho, lo es para todo
ser humano.
“La segunda
verdad es que el auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria
a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones”. Es preciso tener en
cuenta todas sus características de la persona, donde su meta hacia una vida
eterna es un aspecto imprescindible. Y por ello es necesario que el hombre viva
la caridad: tanto para su propia perfección, como para la de los demás.
2) Para pensar
Jorge
Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, envió una circular a los
gobernadores de todos los estados, en junio de 1873. Vale la pena recordar el
final de su carta: “Mi oración más sincera a Dios es que os bendiga y que tenga
vuestro Estado bajo su protección. Que él se digne inclinar el espíritu de los
ciudadanos a la subordinación y obediencia al gobierno, y despertar un
sentimiento de amor fraternal de los unos hacia los otros y, en particular para
sus hermanos que han peleado en los campos de batalla; y finalmente, que su
gracia nos mueva a todos a hacer justicia, a amar la misericordia y a conducimos
con esa claridad, mansedumbre y templanza que caracterizan al Divino Autor de
nuestra bendita religión, pues sin imitarlo con humildad nunca podremos esperar
que la nación sea feliz.”
Esos deseos
habrían de ser principios para el buen gobierno de los países. Pero no se puede
desear que sólo el Gobierno o quienes ejercen la autoridad lo ejerciten, para
incorporarlos en el mundo, es preciso empezar por uno mismo.
3) Para vivir
Comenta el
Papa el bien tan grande que hacen las instituciones dedicadas a la atención de
los necesitados, practicando de este modo la caridad. Sin embargo, también
señala, no basta con esas instituciones que otorgan caridad, pues vivir el amor
es una vocación que tiene todo hombre.
El desarrollo
humano integral es ante todo vocación y, por tanto, comporta que se asuman libre
y solidariamente responsabilidades por parte de todos. Este desarrollo exige,
además, una visión trascendente de la persona, necesita a Dios: sin Él, o se
niega el desarrollo, o se le deja únicamente en manos del hombre, que cede a la
presunción de la auto-salvación y termina por promover un desarrollo
deshumanizado.
Sólo el
encuentro con Dios permite que reconozcamos en los demás la imagen divina,
llegando así madurar un amor que «es ocuparse del otro y preocuparse por el
otro» (Caridad en la verdad, n. 11).