Voz del Papa.
La historia del cuarto Rey MagoAutor: Padre José Martínez Colín
1)
Para saber
Con motivo de la fiesta de la Epifanía del Señor, el Papa Benedicto XVI nos
muestra como maestros de humildad a los Magos que fueron a adorar a Jesús.
Recordó el Papa que esa visita ya había sido predicha por el profeta Isaías
cuando afirmó, siglos antes, que vendrían los reyes de las naciones para
inclinarse ante él, y desde todos los confines de la tierra para depositar a sus
pies sus tesoros más preciosos. Con la visita del Magos se cumple la profecía.
Estos personajes procedentes de Oriente, dice el Papa, son los primeros de la
gran procesión de aquellos que, a través de todas las épocas de la historia,
saben reconocer el mensaje de la estrella, saben caminar por los caminos
indicados por la Sagrada Escritura y saben encontrar, así, a Aquél que es
aparentemente débil y frágil, pero que en cambio es capaz de dar la alegría más
grande y más profunda al corazón del hombre.
2) Para pensar
Hay una
leyenda, que sin parte de la Revelación, nos enseña lo que Dios espera de
nosotros.
Se cuenta que
había un cuarto Rey Mago, que también vio brillar la estrella sobre Belén, y
decidió seguirla. Y como regalo pensó ofrecerle un cofre lleno de perlas
preciosas. Sin embargo, en su camino se fue encontrando con diversas personas
que iban solicitando de su ayuda. Este rey mago con gusto las atendía, e iba
dejándoles una perla, pero eso fue retrasando su llegada y vaciando su cofre.
Encontró muchos pobres, enfermos, encarcelados y miserables que no podía
dejarlos desatendidos. Se quedaba con ellos el tiempo necesario para aliviarles
sus penas.
Sucedió que
cuando, por fin, llegó a Belén ya no estaban los otros magos y el Niño había
huido con sus padres hacia Egipto, pues el Rey Herodes quería matarlo. El Rey
Mago siguió buscándolo ya sin la estrella que antes lo guiaba. Y duró treinta
años recorriendo la tierra y siguiendo ayudando a los necesitados que
encontraba.
Hasta que un
día llegó a Jerusalén y se enteró que ahí vivía Jesús. Pero era demasiado tarde,
pues aquél niño, ya transformado en hombre, estaba siendo crucificado en ese
momento.
Al rey mago,
ya anciano, solo le quedaba una perla, pero ahora el Salvador había muerto.
Pensaba que había fallado en su misión. Y se quedó en Jerusalén muy cansado y
triste, disponiéndose a morir. Pero al tercer día se le aparece Jesús resucitado
quien le dice: “Tú no fracasaste. Al contrario de lo que piensas, tú me
encontraste durante toda tu vida. Yo estaba desnudo, y me vestiste. Yo tuve
hambre, y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber; preso, y me
visitaste. Pues yo estaba en todos los pobres de tu camino. ¡Muchas gracias por
tantos regalos de amor! Ahora estarás conmigo para siempre, pues Yo te llevaré
al Cielo en recompensa”.
3) Para vivir
Terminaba el Papa Benedicto XVI haciéndonos reflexionar sobre la realidad
estupenda de que Dios nos conoce y está cerca de nosotros, de que su grandeza y
poder no se expresan en la lógica del mundo, sino en la lógica de un niño
inerme, cuya fuerza es sólo la del amor que se nos confía.
De la misma manera que los Magos, hay que saber seguir la luz de la estrella, a
Cristo, pues la luz de Belén sigue resplandeciendo en todo el mundo. Que sepamos
reconocerlo en el prójimo, tomando, como los Magos, un camino distinto por el
que hemos venido hasta ahora, convirtiéndonos a Dios.