La necesidad de la supervisión.
¿Somos personas sólo de principios?Autor: Padre José Martínez Colín
1)
Para saber
En un artículo pasado considerábamos la importancia de proponerse algunas metas
que valgan la pena. Pero luego viene la parte difícil que es cumplirlas. Para
llevarlas a cabo es muy recomendable su supervisión. Esto se puede hacer
teniendo un tiempo dedicado especialmente a revisar el avance, progreso, o
incluso retroceso, del propósito formulado.
En el ámbito espiritual se le llama hacer “examen de conciencia”, al tiempo
dedicado a supervisarnos, para detectar a tiempo cualquier síntoma de descuido
en nuestra vida interior. Se puede hacer a diario, con la ventaja de que así no
damos lugar a que algún mal se vaya acrecentando, pudiendo tomar grandes
proporciones. Así lo recomienda San Josemaría Escrivá: “Examen.
–Labor diaria. –Contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio. ¿Y
hay negocio que valga más que el negocio de la vida eterna?” (Camino n. 235).
2) Para pensar
Recibí una simpática anécdota que nos puede ilustrar al respecto.
Se cuenta que había dos amigos, Jacinto y Anastasio, quienes comentaban acerca
de Feliciano, un mendigo que pedía limosna. Jacinto decía: “No puedo creer cómo
Feliciano llegó a perder todo lo que tenia. Eran otros años cuando Feliciano
gozaba de fama y fortuna, y ahora quien lo creería pidiendo limosna. ¡No lo
entiendo! ¿Cómo llegó a esta situación tan deplorable?”
Su amigo Anastasio le contestó: “Creo que tengo la respuesta a tu interrogante:
Feliciano llegó a esta situación porque él
siempre ha sido un ‘hombre de principios’ en su vida”.
Asombrado Jacinto le replicó: “¡Pues sigo sin entender!
Si era un hombre de principios,
por qué terminó siendo un mendigo, si todo mundo ayuda y confía siempre en un
hombre que es fiel a sus principios”. Su amigo Anastasio le aclaró: “Bueno, me
refiero a otros principios. Sucede que Anastasio nunca terminó lo que empezaba:
Comenzaba unas tareas y no las finalizaba, varias veces inició unos estudios y
nunca los concluyó, emprendía un trabajo y no lo finalizaba, le encargaban algo
y no lo acababa… nunca terminó nada, por eso fue un
hombre sólo de principios, pero
no de finales”.
3) Para vivir
Hay
un proverbio que dice “Mejor es el fin que el inicio” (“Melius est finis quam
principium”). Se refiere precisamente a que es mejor el término de algo que su
principio. Si este año nos hemos propuesto, por ejemplo, leer la Sagrada
Escritura, comencemos por leer un poco los Evangelios cada día; si nos
propusimos ir a la Santa Misa, no dejemos para después esa meta; si ya nos
decidimos a confesarnos, hagámoslo periódicamente…
San Josemaría Escrivá gustaba no sólo bendecir la “primera piedra” al inicio de
alguna obra, como la construcción de una casa o una universidad, sino que daba
más importancia a la bendición de la última piedra. Y así lo dejó aconsejado en
otro punto de su libro Camino: “¿Por qué esas variaciones de carácter? ¿Cuándo
fijarás tu voluntad en algo? –Deja tu afición a las primeras piedras y pon la
última en uno solo de tus proyectos” (n. 42).