A favor de la familia y de la vida
Y yo ¿a quién me parezco?

Autor: Padre José Martínez Colín

 

 

1) Para saber

Hace pocas semanas, el Papa Benedicto XVI dio las gracias a los obispos, por sus intervenciones públicas a favor de la vida y de la familia: «En varias circunstancias habéis defendido valientemente los valores de la familia y del respeto de la vida, cuando eran amenazados por ideologías que proponen modelos y actitudes en contraposición con una auténtica concepción de la vida humana… Os aliento a continuar con este compromiso, que es un servicio ofrecido a toda la sociedad».
Cada vida humana tiene un gran valor. Por ello seguramente habremos experimentado la gran alegría que llena un hogar cuando tiene el feliz acontecimiento del nacimiento de un nuevo miembro de la familia. Hay una gran expectación y todos lo quieren conocer. No faltan los comentarios sobre su parecido con otros parientes: “tiene los mismos ojos que su madre”; “es el mismo retrato que su padre”; “la nariz es de su abuela”; etc.
Ciertamente, el recién nacido se asemeja a su parentela, pues las leyes genéticas siguen su curso. Y en cuanto crece la criatura, empieza a adoptar modos de hablar y de comportarse como los de su familia. Por eso, al conocer las raíces familiares comprendemos mejor a las personas y nos explicamos muchas de sus cualidades y formas de obrar.
Algo similar sucede en la vida espiritual. También hay gran alegría cuando una nueva persona entra a formar parte de la Iglesia a través del Bautismo, y podemos encontrarle también cierto parecido a su Creador.


2) Para pensar


“La vida humana es sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2258).
En cada ser humano nos encontramos las huellas de su Creador. Mientras que los padres cooperan para el cuerpo de su hijo, en cambio, el alma es infundida directamente por Dios. Se dice que los padres procrean, porque colaboran con Dios en la creación de una nueva persona.
El Papa ha planteado claramente el valor de cada vida y cómo el lugar para que se desarrolle es en una familia, donde se viva el amor. De aquí se desprende el respeto y la fidelidad en el matrimonio.
Pensemos valoramos toda vida y respetamos la imagen de Dios en nosotros.


3) Para vivir


Cuando un escultor esculpe una obra de arte en el mármol, éste no coopera pues es inerte. El Espíritu Santo también desea esculpir en cada uno de nosotros la imagen de Cristo. Sin embargo, a diferencia del mármol, nosotros sí debemos colaborar.
Aunque la obra de nuestra santificación la lleva a cabo principalmente el Espíritu Santo, hemos de colaborar eliminando todo aquello que pueda dificultar su labor. A esa colaboración del hombre con Dios para purificar el alma de las manchas del pecado se le llama “ascesis”.
No basta nacer a la vida espiritual, es preciso que esa semejanza divina se vaya perfeccionando. Mientras más nos esforcemos por llevar una vida limpia, de acuerdo a la voluntad de Dios, facilitaremos al Espíritu Santo que realice su obra en nosotros.