Saber descubrir la belleza
La historia de un jorobado

Autor: Padre José Martínez Colín

 

 

1) Para saber


En el siglo XIX vivió un famoso pianista y compositor llamado Félix Mendelssohn. Actualmente se toca mucho una de sus composiciones en las ceremonias de Matrimonio, pues compuso la famosa “Marcha Nupcial”, con la que suele entrar el cortejo a la Iglesia. Sin embargo no es tan conocido su abuelo que fue un filósofo que defendió los derechos civiles de los judíos, que se llamaba Moisés Mendelssohn.
Se cuenta que este filósofo distaba mucho de ser guapo y apuesto. Pues tenía además una grotesca joroba. Un día que visitó a un mercader de Hamburgo conoció a su hermosa hija llamada Frumtje. Moisés se enamoró perdidamente de ella, pero a ella le repelía su apariencia deforme.
Cuando llegó el momento de despedirse, Moisés hizo acopio de valor y subió las escaleras hasta donde estaba el cuarto de aquella hermosa joven, para tener la última oportunidad de hablar con ella.
Era tan hermosa, pero a Moisés le entristecía profundamente su negativa, incluso para mirarlo. Después de varios intentos de conversar con ella, le preguntó tímidamente: “¿Crees que los matrimonios se crean en el cielo?” Ella respondió mirando al suelo: “Sí, ¿Y tú?” Moisés le contestó: “Sí, lo creo. Verás: En el cielo, cada vez que un niño nace, el Señor le anuncia con que niña se va a casar. Cuando yo nací, me fue señalada mi futura esposa. Entonces el Señor añadió: "Pero tu esposa será jorobada". Yo le supliqué: ¡Oh, Señor, una mujer jorobada sería una tragedia, no lo permitas. ¡Mejor dame a mí la joroba y permite que ella sea hermosa!”
Entonces Frumtje se atrevió a levantar la mirada para contemplar los ojos de Moisés y pudo apreciar su belleza interior y un hondo recuerdo la conmovió. Comprendió que ese hombre tenía su belleza por dentro, alargó su mano y se la dio a Moisés. Tiempo después, ella se convirtió en su esposa.


2) Para pensar

En ocasiones corremos el peligro de darle más importancia a las cosas sensibles y olvidarnos de las espirituales que contienen mayor valor. Incluso podemos preocuparnos más de las cosas que de las personas. Una joven puede enojarse con su hermana porque ésta se puso un vestido suyo. O un niño puede pelearse con su amigo porque le tomó un juguete. El marido puede enojarse con su esposa que le dio un golpe a su carro. Y habría que preguntarles qué les importa más ¿Si el vestido o la hermana? ¿El juguete o el amigo? ¿El carro o la esposa?
La dignidad de cada persona es muy grande. Radica en que ha sido creada “a imagen y semejanza” de Dios. El Catecismo de la Iglesia Católica nos lo recuerda: “La vida humana es sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término…” (n. 2258).
Pensemos si tratamos a los demás con el respeto que se merecen.


3) Para vivir


Es natural que todas las personas tengan virtudes y defectos. Sean aptas para unas cosas y no lo sean para otras. Teniendo presente al valor de cada persona, podemos practicar a descubrir y mirar en los demás sus virtudes, en vez de criticarlas por sus defectos. Imitemos a Frumtje, que supo descubrir la belleza del corazón de Moisés en quien encontró el amor de su vida y pudieron ser felices.