De espaldas a Dios sin paz

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín

 

 

Otro sobresalto. El terrorismo etarra sigue igual. No se vislumbra el menor indicio de paz. ETA ,en lo que va de año, ha golpeado tres veces en Madrid.
Un coche bomba estalló en el estadio de la Peineta., a solo diez días del fallo del COI. Mañana lo hará en cualquier otro sitio y así... ¿Hasta cuando?.

La paz deseada por todos -pese a los planes del Gobierno - está bastante lejos. Los políticos siguen con sus reuniones y su aburrido discurso. 
El pueblo sufre y se desconcierta. Más de lo mismo. ¿Dónde está la solución?.
No creo en las armas, en la violencia, ni en los pactos, ni en el diálogo, ni en la política. Sólo creo en Dios y en su Palabra, hecha carne, Jesucristo. 

Está ya todo dicho y anunciado, pero casi nadie hace caso y hasta llega a publicarse que "el pecado no existe, que es una invención de la Iglesia católica". Mientras tanto, cada uno campa a sus anchas "como si Dios no
existiera". Se echan de menos voces proféticas que luchen por "los derechos de Dios". Se constata una realidad. Una gran parte del pueblo español, a pesar de su bautismo mayoritario, vive hoy al margen de la Ley de Dios 
y con una religión "a su manera".La incoherencia está a la orden del día.

Las cosas, dicen, han cambiado y parece que hoy vale todo. El Decálogo para muchos es una antigualla. Las conciencias están adormecidas. La moral de la Iglesia es algo medieval. Somos sordos y ciegos de conveniencia. No queremos oír ni ver. Hemos dado la espalda a Dios como pueblo. Confiamos más bien
poco en él. Sólo en los hombres, la ciencia y el progreso. Hemos hecho del sexo, del dinero, del poder y la política una IDOLATRÍA. Pocos son conscientes- ni siquiera los pastores- que este camino no conduce a 
ninguna parte. No habrá paz.

La paz es, ante todo, un regalo de Dios."EL Señor bendice a su pueblo con la paz".Si los españoles, en una gran parte, hemos dado la espalda a Dios, si en lugar de su santa Ley hemos puesto leyes antivida, habrá que 
concluir que estamos en contra de su voluntad y lo que venga lo tendremos bien 
merecido.