Inmortalidad

Autor: Padre Miguel Rivilla San Martín

 

 

Ha sido siempre y es el deseo innato más fuerte de todos los humanos. Nuestra condición y experiencia nos dice que somos, en frase pesimista de un filósofo ateo francés, “seres para la muerte”.Desde siempre hubo dos maneras de entender la inmortalidad, según las convicciones religiosas de cada persona.. 

Para los paganos, idólatras y, en general, para todos los seguidores de la cultura precristiana, la inmortalidad era el deseo de supervivencia en el recuerdo y memoria de los demás. Tanto la literatura, como la filosofía griega y romana, así lo atestiguan.

Para los cristianos, la inmortalidad no es otra cosa que la certeza y seguridad de no poder morir.”El que cree en Mi, dice Jesús, no sabrá lo que es morir para siempre”.No se trata pues, de la desaparición, sino de la participación en la misma vida de Dios.

Acertada y bellamente lo expresa la liturgia de la Iglesia, cuando en el prefacio de la misa de difuntos canta: “Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina; se transforma y al deshacerse esta nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”.

Frente a la ola de materialismo rampante que nos ahoga, el cristiano vive seguro y alegre, fiado de la revelación divina en Cristo, que nos asegura que viviremos para siempre. Esto es la inmortalidad añorada.