Amor hecho pescuezo

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

¡Qué fiasco! Tuvieron que pasar 30 años para descubrir de lo que era capaz el amor de su madre. Se trataba de una familia de diez hijos, uno detrás del otro. Los padres los engendraron así porque ambos eran partidarios de aquel refrán que dice: -lo que tengamos que hacer, hay que hacerlo pronto-. A los diez los fueron levantando con mucho sacrificio, pero nunca les faltó nada. Incluso los hermanos mayores ayudaran en el cuidado de los menores. La ropa iba pasando de uno al otro y si alguien quería algo, debía comprárselo con su propio dinero. En la mesa los diez juntos arrasaban con todo. Siempre que había pollo, cada uno tomaba una pieza, comenzando por los papás. Él la pechuga o una pata, ella el pescuezo o una ala. Años pasaron para que esos niños, ahora adultos, se encargaran de alimentar a sus padres. Uno de ellos, que salió de casa al extranjero cuando aún era joven, al volver después de muchos años, ofreció un almuerzo. Tratando de revivir los recuerdos de su infancia eligió pescuezos de pollo para agasajar a su mamá, pero ella al verlos dijo: -a mi nunca me han gustado los pescuezos de pollo, hijo-. Fue entonces cuando comprendió de lo que fue capaz el amor de su madre.