¿Burro yo?

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Un día me levanto de la cama y me miro al espejo. ¡Qué susto! No por el rostro de sonámbulo, sino porque me han salido unas orejas enormes. Son orejas de burro. Peludas, largas, puntiagudas. ¡Qué horror! Acaricio mis ojeras y me pellizco. No. No estoy soñando. Estoy bien despierto. -No es posible. Si me acosté perfectamente. ¿De dónde me han salido estas orejotas?-. No se trata de un cuento de Kafka, sino de una parodia de lo que le ocurrió a Pinocho. Las orejas de burro es un viejo truco de los maestros para que los alumnos nunca olviden lo que deberían saber. Las orejas no pasan de moda y se convierten en la voz de la conciencia que nos recuerdan siempre el cumplimiento perfecto de nuestro deber: si somos aplicados estudiantes, honestos trabajadores, buenas amas de casa, responsable profesionista... pero de lo contrario, las orejas se volverán de burro como le ocurrió a Pinocho. El cuento nos enseña que aquel muñeco de madera llegó a ser un hombre de verdad cuando obró según su recta conciencia, de lo contrario se mantenía siendo siempre un muñeco irreal, de madera, ficticio, de apariencia, de nada.