Cabeza hueca, corazón contento

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

“¡Más neuronas y menos hormonas!”. Esta era la consabida frase que un padre le daba a su hijo cuya vida se le iba en amoríos, rumbas y bailes. Lo malo es que de libros y horas de estudio no quería saber nada. -¡Ojalá visitaras la biblioteca como lo haces con las discotecas!-. Ciertamente la batalla la tenía muy difícil este señor, ya que para un adolescente un libro no tiene nada que hacer frente a una chica. Cuando los jóvenes se juntan en corro fuera del colegio o de las fiestas, las hormonas surcan veloces el viento más raudas que un byte por banda ancha. ¿Qué hacer entonces para poner a los chicos a estudiar? Si alguno está esperando el consejo mágico, la fórmula secreta, siento mucho decepcionarlo, porque simplemente no existe. La respuesta va más a fondo, apunta a la educación que de niño le supiste inculcar a tus hijos sobre los valores fundamentales de la vida, como podrían ser en este caso, la responsabilidad, la conciencia del deber, la jerarquía de valores, el equilibrio entre el deber y la diversión.