Caridad y caricia

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Por una de las calles de nuestra ciudad, me crucé con una señora sentada en la acera con un niño pequeño en brazos pidiendo limosna. Frente a ella desfilaban muchas personas, unos indiferentes, otras displicentes, unos apretaban el paso. Ocasionalmente algún señor se detenía para hurgar en sus bolsillo algo de menuda. La pobre mujer cada vez que recibía algo agradecía diciendo: ¡Que Dios le bendiga!. No obstante, en un momento dado pasó una señora con un niño tomado de su mano. La madre sacó una moneda de su bolso, se la dio a su hijo para que éste a su vez la dejara caer en la mano de la desafortunada y como por arte de magia, el rostro se le iluminó y podría decir que hasta se transformó en una honda sonrisa. No cabe duda que la limosna de un hombre es un acto de caridad, pero la de los niños es a la vez una caridad y una caricia. Es como si a la vez cayeran juntas una moneda y una flor. Si un día te topas con una escena semejante a esta, piensa que a ti nada te falta y a ellos todo; que mientras tú buscas ser feliz, ellos se conforman con no morir.¡Amigo! Nunca pases ante una madre que mendigue sin depositar una moneda en su mano.