Cosas de casados (II)

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

El matrimonio se debe construir sobre la roca firme del amor, del amor de donación. Como dijimos: “el amor consiste en ser amable, hacerse amable y volverse continuamente amable para mi pareja”. Pero ahora vamos al eterno enemigo del matrimonio: la infidelidad. Yo pienso que hay dos formas de ser infiel, una activa que es la que todos conocen y consiste en dejar el hogar para ir en búsqueda de experiencias amorosas, en traicionar la promesa que un día se hizo ante el altar de permanecer fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad y amarse y respetarse todos los días de su vida. La otra pasiva y consiste en la infidelidad del que permanece en casa, pero ha dejado de amar. Yo creo que esta segunda es la más peligrosa, porque a la traición total se llega cuando antes se ha traicionado en el corazón, cuando se ha dejado de cultivar el diálogo entre los dos, cuando se guardan sospechas y resentimientos, cuando la relación se torna monótona y aburrida, cuando se acaban los detalles, cuando se dejan de sorprender uno al otro, cuando se dejan de conquistar aunque hayan pasado muchos años, cuando se dejan de valorar y engrandecer... en fin, cuando se traiciona en el silencio y se convierte ese matrimonio en la soledad de dos vivida en compañía.