Cuidado con los vampiros

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Leyendo la novela de Drácula, de Bram Stoker me viene a la mente la cantidad de mordidas que a diario se pueden dar directo a la yugular del vecino sin necesidad de ser un vampiro. Pienso, por ejemplo en cómo se desangrar el erario público cuando no existen funcionarios honestos; en los estudiantes que viven copiando los exámenes; en los mantenidos que “viven en casa de sus padres hasta que sus hijos los sostengan”. El drácula moderno es más peligro porque no sólo ataca de noche, sino a plena luz de día. ¡Qué terrible es ver a los niños de la calle explotados o las condiciones de la gente del campo que recibe una miserable retribución después de toda una jornada de trabajo! Los vampiros entierran sus colmillos en las víctimas para libar su sangre fresca, llena de vida. Ellos no producen vida, la roban. Cuando no tienen sangre andan pálidos y desencajados. En realidad los vampiros - entiéndase los explotadores- son muy nocivos para la sociedad e inoculan en el corazón de sus víctimas muchos resentimientos y rencores. Hay que limarse los colmillos para ser más solidario y menos vampiro.