El lenguaje de los símbolos

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

¿Quién no recuerda aquellos bastones de caramelo que se cuelgan en el árbol de navidad? Pues este dulce tiene su origen en la persecución religiosa de Inglaterra en el siglo XVIII. Se trata de un caramelo con forma de “J” invertida que simboliza el cayado del pastor (Jesús es mi pastor…) y como “J” significa el nombre de Jesús. Un listón rojo lo envuelve en forma de espiral dando tres vueltas para representar la trinidad y el color rojo la sangre de Cristo. Otro punto. ¿Alguna vez te has encontrado con un haz de espigan en el pesebre en lugar del niño Jesús? Pues no tendría nada de descabellado hacerlo porque Belén significa etimológicamente “casa de pan”. En el pesebre yace un pequeño grano de trigo que un día, ya maduro, tendrá que ser triturado para convertirse en la blanca Eucaristía, verdadero pan de vida. La cueva de Belén es la fiesta del pan Eucarístico y al mismo tiempo del sacrificio de Cristo en la cruz. Un tercer símbolo podría ser la estrella, que representa perfectamente a la Virgen María, por eso la llamamos “Estrella de la aurora”, porque anuncia el nacimiento del nuevo día, del sol invicto que es Cristo. María nos conduce siempre a su Hijo y nos lo muestra, como lo hizo con los reyes magos.