El progreso

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Wenceslao Fernández, en su libro El bosque animado, proclama una profecía de nuestro tiempo. Había una vez un hermoso bosque lleno de frondosos cipreses, grandes araucarias, cedros, almendros, robles y un sinnúmero de hermosos árboles, todos ellos engalanados con nidos de pajaritos. Un bosque con conejitos, mariposas, arroyuelos y flores. Pero un buen día un extraño ruido alteró la armonía del bosque. Se trataba del ingreso de la civilización. Unos hombres comenzaron a plantar un tipo de árbol totalmente desconocido hasta ese momento. Eran altos, esbeltos y de gran belleza. El bosque en pleno se acercó a conocer al nuevo inquilino que tenía unas ramas largas como jamás antes se había visto. Era un poste de teléfono. Era el símbolo del progreso, de la tecnología, de la modernidad. Este árbol moderno, jamás quiso mezclarse con los otros árboles precarios, anticuados y retrógradas. Pasó el tiempo hasta que un día los mismos hombres que un día plantaron el poste de teléfono, lo tumbaron porque ya no servía. Los árboles más cercanos sorprendidos estiraron sus copas para ver lo que había pasado. ¡Está muerto! Exclamó el sauce. ¡No tenía vida! ¡Estaba podrido! Y así sucederá con el hombre tecnificado, símbolo del progreso, si no tiene a Dios en su corazón.