Etsiam pecavimus, Dei sumus I

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Parece mentira, pero me sucede que no puedo acostumbrarme a leer en el periódico de cada día, la innumerable lista de terribles dramas que azotan a la humanidad. Tantos años de estudio, tantos filósofos que han consumido su sesada intentando dar luz al problema del mal y del pecado, y al final, sigue sin resolverse el tema. ¿Por qué hay tanto dolor? ¿Por qué un niño muere aplastado entre las rueda de un tren? ¿Por qué mueren tantos hombres en la violencia, en la miseria, en la soledad? ¿Por qué? Simplemente no lo entiendo. No cabe duda, de que el problema del mal permanece como un límite infranqueable para la mente humana y que sobrepasarlo es entrar en la esfera del misterio. Pero no se trata sólo de hallar una explicación más o menos convincente, porque contra toda lógica, ocurre que luego te topas con personas que habiendo sufrido mucho, lejos de maldecir su suerte, han experimentado la felicidad, la paz, la purificación del alma. El dolor los ha introducido en la escuela del amor, de la paciencia, de la comprensión, del perdón. ¿Cómo es posible eso? Podemos barruntar algunas pistas en el siguiente numero, pero que conste que estamos ante un misterio.