La fiesta de la vida

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

La navidad, los pesebres, los reyes magos nos traen a la memoria el recuerdo del nacimiento de un niño, el Niño Dios, y de una madre, la Virgen María. Pues bien, la navidad es entonces la fiesta de todas las madres. Porque cada vez que nace un niño la casa se vuelve una algarabía como en Belén. Los ángeles y pastores se truecan por los amigos, los vecinos y los compadres. La maternidad es algo muy hermoso, es el umbral de la vida. El ser madre no se debe al azar, ni a los viajes caprichosos de la cigüeña, sino a corazones que reparten amor a manos llenas. En cada nacimiento se condensa un mundo de ilusión y de esperanza. Por eso celebramos el día de nuestro nacimiento, porque nos recuerda el momento en que el amor de una madre nos regaló el don de la vida.
¡Qué curioso! La maternidad nos enseña también que el amor y el dolor siempre van de la mano y el nacimiento es prueba de ello. El dar a luz a un hijo es muy doloroso, y no obstante, todo ese dolor se torna en inmensa alegría al contemplar al fruto de sus entrañas, al fruto de su generosidad. Con la moneda del dolor se paga la alegría de la vida. La navidad en este sentido puede ser llamada también, la fiesta de la vida.