La Visitadora

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Apenas si la puerta crujiera cuando entrara.
Era una mujer seca, harapienta y oscura
Con la frente llena de arrugas y la espalda curvada.

Venía sucia de barro, de polvo de caminos,
La iluminó la luna y no tenia sombra.
Tembló María al verla; la mula no, ni el buey
Rumiaba paja y heno igual que si tal cosa.

Tenía los cabellos largos, color ceniza,
Color de mucho tiempo, color de viento antiguo;
En sus ojos se abría la primera mirada
Y cada paso que daba, era tan lento como un siglo.

Temió María al verla acercarse a la cuna
En sus manos de tierra, ¡Oh, Dios! ¿Qué llevaría..?
La mujer se dobló sobre el Niño, lloró infinitamente
Y le ofreció la cosa que llevaba escondida.

La Virgen, asombrada, la vio al fin levantarse.
¡Era una mujer bella, esbelta y luminosa!
El Niño la miraba; también la mula y el buey
mirábala y rumiaba igual que si tal cosa.

Era en Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si la puerta crujiera cuando se iba.
María, al conocerla, gritó y la llamó: ¡Madre!
Eva miró a la Virgen y la llamó: ¡Bendita!

¡Qué clamor, qué alborozo por
la piedra y la estrella!
Afuera aún era pura, dura la nieve y fría.
Dentro, al fin, Dios dormido, sonreía teniendo
Entre sus dedos niños, la manzana mordida.