Las amenazas

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Amenazar es dar a entender con actos o con palabras que se quiere hacer un mal a alguien. El que amenaza utiliza la fuerza para intimidar, acobardar, amedrentar. Sin la fuerza la amenaza carece de sentido. Las amenazas son malas, pues provocan en la parte más débil resentimiento, odio, frustración, ira y coraje. ¿Por qué? Porque el débil se da cuenta que se le impone algo que no es justo. ¿Quién recurre a las amenazas? El que sabe que no se puede imponer por la fuerza de la verdad y por ello recurre a la fuerza externa. Aquí ni la razón ni el diálogo tienen cabida, sino únicamente los propios intereses. Para convivir bastan las normas y las leyes que para eso están, para asegurar el orden. Nunca he visto a un ladrón amenazar al código que castiga el hurto. ¡Lo reconoce! En ocasiones se puede confundir la advertencia con la amenaza. La madre advierte al hijo que debe estudiar para poder ir a la fiesta. Quien advierte lo hace movido por un fin bueno y si incumples, te resignas al castigo. Pero la verdadera amenaza, la que violenta, la que reprime, la que maltrata es siempre mala, injusta y cobarde. Quien recurre a ella es un tirano ya sea en el hogar, en la relación de pareja, en la sociedad, en el gobierno.