Nacidos para volar

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

La mayoría de las gaviotas no se molestan en aprender sino las normas de vuelo más elementales: Lo indispensable para ir y volver entre la playa y la comida. Para muchas, volar no importa tanto como comer. Parece ocioso que una gaviota vuele a alta velocidad o que planee. Su único problema es encontrar la comida que algún pesquero abandona. Las gaviotas comen sobras. Viven de lo que el mundo les ofrece. Más bien, sobreviven. Una existencia anónima que sólo puede satisfacer a los que simplemente se sienten arrojados en el mundo. Se acomodan a lo que les viene dado. Marcados por el dictado de la moda, de lo que se lleva y de lo que se hace. Sobreviviendo en un ambiente que dirige siempre la música que debemos bailar. Un pinchadiscos que impone sus gustos. ¿Quién imagina tu vida? Depender continuamente de otros acaba por agotar las ganas de vivir con gusto. Juan Salvador Gaviota no fue como las demás de conformistas. Quiso sacarle gusto a la vida y terminó expulsado de la bandada. Terminó solo, pero voló mucho más allá de los lejanos acantilados, comió distintas especies de peces. Descubrió que el aburrimiento y el miedo y la ira, son las razones por las que la vida de una gaviota es tan corta.