Proceso a Jesús

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Hace algún tiempo dejó consternado al mundo una noticia increíble. Una joven reveló a las autoridades ser la autora de un homicidio por el que ya habían juzgado y condenado a su hermano. Este se había entregado y declarado culpable (siendo inocente) para encubrir y proteger a su hermana. Lo increíble del caso es que los representantes de la justicia estaban empeñados en sostener que la sentencia dictada era inapelable. ¡Qué injusta es a veces la justicia! Sin llegar a estos casos extremos, cuántas injusticias se verifican a diario, se condena a inocentes y se indulta a los culpables. Y, en aras del “derecho” se ha llegado a menospreciar a gente de bien y a honrar a auténticos malhechores. Hace dos mil años, el que condenó a Jesús de Nazareth lo interrogó a fondo y sabía que era inocente porque nada malo había hecho. ¿Qué fue lo que cegó sus ojos y obnubiló su entendimiento? Las actas son claras al respecto, porque quería seguir siendo amigo del César. Prefirió el aplauso del hombre al dictamen de su razón. Atendió más a los reclamos del pueblo que a la voz de su conciencia. E ilusamente, consideró que lavándose las manos, quedaría libre de toda responsabilidad. ¡Qué drama el que viven por dentro estos pilatos!