Sin temores

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Un día el perdón fue solicitado para dejar zanjado un conflicto que había lastimado mucho a dos amigos. En las relaciones humanas nunca faltan los conflictos que es preciso aceptar y superar por el mismo hecho de que somos diferentes y pensamos también distinto. Cuando llegó el perdón había un sitio preparado para él, sin embargo, el perdón dijo que jamás llegaba solo, siempre venía acompañado del olvido. No puede haber verdadero perdón, sin olvido. Aquí no reza el refrán popular: “Te perdono, pero no te olvido”. Todos tenemos que aprender a perdonar a los demás, pero más importante es perdonarse a sí mismo. El olvidar las ofensas, los comentarios inoportunos, las muecas, las malas pasadas, la injerencia, las ironías, los propios errores ayuda a oxigenar el alma y la purifican de malos sentimientos. Es preciso ejercitarse en el perdón de corazón si queremos vivir con el alma tranquila. Además de que el mal siempre daña más al que lo comete que al que lo padece. Al final siempre brillará la justicia y no hay nada en la vida que valga más que el estar en paz consigo mismo, sin remordimientos ni temores.