Telegrama del cielo

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Una de las tantas realidades del hombre que permanece envuelta en un halo de misterio incomprensible es sin duda la del dolor. El sufrimiento físico que se padece en el cuerpo, por una parte, como el dolor moral, que es el dolor del alma, parecen estar acechando a la esquina de la vida. El sufrimiento es un misterio que el hombre no puede comprender a fondo con su inteligencia. Sólo a la luz de la fe se ilumina este misterio. ¿Cuál debería ser nuestra postura ante este misterio del dolor? En primer lugar aceptarlo con paciencia, de lo contrario se hará más pesado y horripilante. En el dolor uno se hace más humano y más maduro. En segundo lugar, acercarnos con respeto y reverencia ante quien sufre, pues estamos ante un misterio; tratar de consolar con palabras suaves y tiernas, rezar juntos, pidiendo a Dios la fortaleza para sobrellevar los padecimientos. Tercero, además de consolar al que sufre, hay que hacer cuanto esté en nuestras manos para aliviarlo y solucionarlo y así demostrar nuestra caridad generosa. En cuarto lugar, volver la mira al cielo, porque el dolor nos recuerda que somos peregrinos en este mundo y que la vida la tenemos prestada.