Ver para creer

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Sentada en el extremo de una banca del parque de la ciudad estaba una chica, a la que llamaremos Katy, por no saber su nombre de pila, modestamente vestida. Su postura era firme sin llegar a ser rígida. Estaba vestida con una falta a cuadros verde, blusa blanca, saco del mismo color y con las manos apoyadas sobre una de sus rodillas. Katy parecía sonreír a la gente que pasaba. Era como el medio día cuando otras dos mujeres visiblemente mayores que Katy se acercaron conversando y cotilleando sobre no sé qué cosas, cuando de pronto una de ellas se sentó en el mismo banco que ocupaba Katy para hurgar en su bolso algo que solo las mujeres saben que pueden hallar. Fue en ese momento cuando se percató de la discreta presencia de Katy. Estaba sentada como si fuera una reina. -¿Qué hay? ¿Qué haces aquí sentada? ¿Esperas a tu novio? – le preguntaron. Katy contestó que no tenía novio y que tampoco esperaba a nadie. Todo esto sin mutar su postura. La chica exclamó: ¡qué orgullosa! Mientras decía esto, llegó el hermano de aquella extraña “reina”. Saludó cortésmente y añadió: -es mi hermana y está ciega. Las chicas se quedaron impactadas por su torpeza. ¡Qué fácil vamos por la vida criticando con tanta largueza inconscientes de las necesidades de los otros!