Vivir de rentas

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Vivir de rentas, el sueño de la mayoría; pero alcanzable sólo para unos pocos privilegiados. Quedarte en la cama hasta que el cuerpo aguante. Trasnochar y pasarlo a tope: todo un proyecto de vida. Pues aunque esto es un sueño para la mayoría, se hizo realidad en el joven Sócrates, cuyo padre le dejó una pingüe herencia a los 23 años de edad. Ingresó el dinero al banco y ¡oh venturoso don de los dioses olímpicos! Pudo vivir de rentas. Sin embargo, no se dedicó a ser el haragán como muchos estarán pensando, sino que se puso a estudiar, se aplicó al ejercicio de las artes y al pensamiento. Rebatiendo a los sofistas, se enamoró de la verdad absoluta, que nos juzga y nos penetra a todos los hombres. Esto despertó la envida de sus coetáneos ¡cosa rara! Y por ser honesto en su modo de obrar, lo acusaron de impiedad y de corromper a los jóvenes. Sócrates sabía que lo condenaban por no transigir con el error. Le ofrecieron la oportunidad de escapar, pero no quiso. Sabía que valía la pena morir por una causa justa o más bien, sabía que la vida se nos dio para entregarla por una causa justa. Y la defensa de la verdad lo ameritaba. “Los dioses me pusieron sobre la ciudad como al tábano sobre el caballo, para que no duerma ni amodorre” dijo a su amigo Platón un poco antes de beber la cicuta.