La ciudad moderna

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

En la ciudad todo el mundo va deprisa y lleva el tiempo más apretado que los pantalones de un torero. ¿Dónde quedó el buen humor y la concordia? Cada uno va a lo suyo. Muchos tienen perros en sus casas como para conservar contacto con la naturaleza o para paliar la soledad. Eso sí, cuando llega la hora de sacarlos a pasear, hay que llevar guantes de plástico para recoger las miserias que la mascota va dejando a su paso por la acera. No sea que algún distraído la embarre y se acuerde del animalito y de toda su parientela. En el campo eso no sucede porque los perros se las arreglan solos. En la ciudad la alimentación resulta monótona porque no hay tiempo como para aderezar una ensalada con berros, rúgula o escarola. Hacerse unas deliciosas berenjenas rellenas o preparase acompañamientos de brócoli, tortitas de ocumo o de yuca. Pero lo más penoso es ver a la mujer que trabaja, cubriendo horarios pensados para los hombres. Ya que evolucionó el rol de la mujer, también debe evolucionar su esquema laboral. Si no, ¿cómo quieren que no revienten y encontrarlas lindas, relajadas, hogareñas? Si la ciudad es imprescindible, por lo menos hay que humanizarla.