Dios y el hombre

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Reflexionando en clase sobre cuál sería la distinción específica que existe entre los hombres y los animales, llegamos a la pregunta sobre cuál sería la distinción más profunda entre el hombre y Dios. Las respuestas se sucedieron hasta que surgió una que me cautivó.

La gran distinción está en que el amor de Dios es misericordioso, es decir, que más se acrecienta cuanto más miserable, pobre, indefenso y frágil es el hombre. El hombre reacciona a la inversa, toma mayor distancia cuanto mayor sea la desgracia ajena. Dios no se escandaliza por la debilidad humana, ni se cansa, ni se desespera, ni mucho menos abandona a la oveja perdida.  El hombre por el contrario, muy a menudo se aleja de quién fracasa o se muestra torpe y poco hábil. Esto lo podemos constatar por el criterio con que selecciona sus amistades,  organiza su tiempo y define los propios intereses.  Dios se revela con mayor facilidad a los enfermos, a los que sufren, a los huérfanos, a los agonizantes otorgándoles consuelos que el mundo no conoce.  Sobre las diferencias entitivas y operativas estaría la diferencia del amor misericordioso que es el ser de Dios.