Muros de la vergüenza

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

Acabamos de celebrar el vigésimo aniversario de la caída del “muro de la vergüenza”, en Berlín. Los medios aprovecharon para denunciar otros muros que actualmente siguen separando pueblos y sembrando divisiones, como el muro que separa a México de los Estados Unidos o el muro israelí que aísla a los palestinos.

Los muros tienen dos frentes y ejercen el mismo efecto hacia ambos lados. El de Berlín dividió a toda Europa, no sólo a Alemania. Un muro representa el fracaso de quien no supo convivir con su vecino, no supo respetar y mucho menos establecer políticas sociales.

El de Berlín era de piedra, pero existen otras barreras capaces de segregar, de excluir y rechazar, como son las barreras del silencio. La indiferencia provoca tanto dolor como si existiera realmente una barda de piedra. Salvando las proporciones, cuántas lágrimas causa a los hijos el olvido de los padres o viceversa. ¡Cuántos corazones cruelmente amurallados por el odio incapaces de perdonar! No podemos permitir que se sigan levanto muros entre los pueblos o alimentando odios entre las naciones. La peor prisión, decía el Papa Juan Pablo II, es un corazón incapaz de amar.