La gratitud

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

¡Cuántos viejos que otrora fueron ilustres y respetados personajes, acaban sus días abandonados! ¿Qué generación recibe con responsabilidad el legado de sus antecesores? ¡Cuántos son removidos o ascendidos por las antipatías o simpatías que causan en los jefes! Me da la impresión de que padecemos amnesia histórica.

Una de las virtudes más hermosas es sin duda la gratitud. La gratitud es expresión de magnanimidad, de nobleza y señorío. La gratitud es una flor exótica que escasea en los labios de las personas. Sólo agradece quien no se siente con el derecho de ser servido. En ocasiones resulta más fácil ser atentos, amables y refinados con los extraños que con los de casa que nos sirven a diario, ¡auténtico crimen de ingratitud! En la pared de un colegio estaban enmarcadas dos frases que decían: “La ingratitud humana es más grande que la misericordia divina”, lo cual me pareció una terrible exageración, pero a continuación estaba esta otra: “Aquél que no tiene la fuerza para soportar la ingratitud, es mejor que no haga el bien”.  Esta última me pareció más realista, pues es verdad que muchas de las rencillas o susceptibilidades tienen su origen en la falta de reconocimiento por los favores que prestamos.