Coma rico y relajado

Autor: Padre José Manuel Otaolaurruchi, L.C.

 

 

La comida es uno de los santos y deliciosos placeres que Dios nos concedió al crearnos, pues además de ser una necesidad, ¡qué rico es comer! Pero nuestra cultura post-moderna, que no deja títere con cabeza en su intento de trastornarlo todo, ha logrado imponer el amargo yugo de las dietas a una extensa parte de la población, desde la infancia hasta la vejez y una marcada obsesión por la delgadez como un imperativo de la personalidad. En lugar de comer rico y relajado, se contabilizan las grasas, los azúcares, las proteínas y los lácteos que se están consumiendo. Los productos exhiben en sus etiquetas presuntuosos letreros que indican 0% de colesterol y calorías para que el cliente lo compre tranquilo.

La comida se está convirtiendo en un motivo de angustia y de estrés en lugar de ser momento de encuentro, de descanso y convivencia. La virtud de la templanza nos enseña a moderar los excesos sin necesidad de dietas o nutriólogos; ella nos previene, por virtud, de la gula, que como todo exceso, daña la salud, pero basta un poco de control para llevar una vida sana, libre de sobrepesos. Ya lo dice el refrán: “Barriga llena, corazón contento”.