Confidencias a un amigo sacerdote o religioso

Música

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Tengo buen oído para la música, pero me considero muy mal músico. A pesar de haber estudiado solfeo en mis años de formación, tan sólo recuerdo las notas de clave de sol; y, sobre todo, era muy malo para llevar el ritmo. Pero a lo largo de mi vida he llegado a apreciar el arte de Orfeo como escala que me lleva hacia Dios. Para mí es un medio de oración de primera calidad.

Muchas veces la música eleva a la trascendencia, ayuda a unirse con Dios. Es más, la experiencia religiosa casi siempre se une a alguna melodía de ceremonias litúrgicas. ¿No recuerdas el "Sacerdos et Pontifex", "Tu es Petrus", "O salutaris Hostia", la Fuga de Bach y otras muchas?

San Ignacio de Loyola se ayudaba mucho para la oración de la música. Si acertaba a entrar en alguna Iglesia cuando se celebraban los sagrados oficios cantados, luego permanecía como en éxtasis, absorbido en el misterio. Y esto era de provecho tanto para su alma como para su salud corporal: al relajarse, mejoraban sus males. Cuando estaba triste, cansado, sin humor, nada le era tan útil como escuchar alguna canción espiritual.

Me parece necesario para nosotros explotar estas posibilidades para nuestra vida interior. Hoy disponemos de mucha mayor facilidad que en tiempos de San Ignacio.

Tengo en casa una cinta grabada con hora y media de cánticos eucarísticos: tradicionales, gregorianos, modernos y de polifonía. Los jueves por la tarde suelo reservar media hora para escucharlos y hacer oración siguiendo la letra de ellos. Confieso que no es buena la calidad técnica de grabación de todos ellos; los he ido copiando de lugares muy distintos. Pero son una maravilla como medio para vibrar de amor a Jesús Eucaristía. Merece la pena.

Creo que es importante servirnos de todos los medios a nuestro alcance para practicar la oración y adoración a Dios. Hoy te brindo esta posibilidad. Ojalá sea tan útil para ti, como va siéndolo para mí. Porque perseverar en la oración personal resulta casi siempre muy difícil, y hemos de servirnos de todos los medios a nuestro alcance.