Reflexiones desde la debilidad

¿Estoy enfermo?

Autor:  José María Lorenzo Amelibia

Pagina Web: Mística

                  

     

Me sorprendió mi hermano: -"¿Sabes qué me han preguntado? Si estás enfermo." -"¿A cuento de qué?", le respondo. -"Por los artículos que escribes en "La Verdad". Dicen que tienes que estar enfermo, porque penetras hasta dentro del corazón. Les calas hondo." Y ahora no sé qué responder aquí sobre el particular. Tal vez porque todos llevamos dentro de nosotros nuestra parte débil y nuestro parte sana. Lo cierto es que tomé con sumo gusto esta sección de la Hoja Parroquial "La Verdad", "Reflexiones desde la debilidad".

Me siento débil, como tú. Vivo esas mismas preocupaciones y problemas que tú vives. Y te seguiré ofreciendo un poco la exigua luz de mi experiencia y reflexión; algo de la fuerza de otros hombres que nos enseñaron a llevar con dignidad de alma los sufrimientos de este mundo. Y quisiera, sobre todo, darte la ayuda de Él, Jesús, Dios y hombre verdadero. Renacerá en nosotros de nuevo la esperanza, perdida tal vez durante algún tiempo. Si en tu alma existen las tinieblas, no temas: la aurora puede despertar.

Dijo Jesús: "Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero si muere, llevará mucho fruto." (Jn. 12,24) La misma naturaleza es un signo de nuestra fe, llena de esperanza. Morir el trigo para fructificar en espiga; enterrarse para florecer. Después del invierno llega la primavera; tras la tormenta luce el sol con brillo inusitado.

Déjame adentrarme en tu mundo... Mi estancia procurará ser discreta, breve, pero llena de calor. Con la novedad del amigo desconocido. Si deseas más diálogo, puedes escribirme. Te llegará mi contestación. Me gusta comunicarme por medio de cartas breves y también largas. Tu interlocutor no es un ser abstracto; no es alguien inasequible.

Un día el Señor en su Providencia limitó mi lenguaje oral. Ya no puedo hablar como en los días de mi juventud. Y lo agradezco a Dios. ¡Cuántas palabras ociosas pronunciamos! Ahora me alegra dedicar más tiempo a la meditación, a la lectura de libros del espíritu... y al diálogo a través del medio escrito. ¿No puede esto ser un regalo de la Providencia para nosotros?

Cada mes, querido amigo, estoy contigo unos minutos. Si mi escrito te enriquece, da gracias a Dios, dador de todo bien. ¿Te aburre? Déjalo en la mesilla, enseguida lo olvidarás. Ojalá beneficie a tu alma, entrégalo en ese caso a otro enfermo o sano. Todos somos un poco de las dos cosas. Y el bien es difusivo de sí mismo.