Domingo XI del Tiempo Ordinario, Ciclo C

El Liberador

Autor: Padre José Rodrigo Cepeda

 

 

“Escucha, Señor, mi voz y mis clamores y ven en mi ayuda; no me rechaces, ni me abandones. Dios, salvador mío” 

1ª Lectura: Samuel 12, 7-10. 13

Salmo: 31

2ª Lectura: San Pablo a los Galatas 2, 16. 19-21

Evangelio: Según San Lucas  7, 36-8, 3 

“Sus Pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, por que ha amado mucho” 

El Liberador  

Cristo Jesús, es el  fiel reflejo del Padre; “Quien me ve a mí. Ve a mi Padre” y de un Padre que ama de tal manera a sus hijos, que no solo vela a su lado en las enfermedades y en las horas de angustia y soledad, si no, que,  nos ofrece la sanacion misma de nuestras dolencias, así lo veíamos en los anteriores domingos: sanando al criado del centurión romano y el pasado domingo, volviendo la vida al hijo de la viuda de Naím. Pero de la dolencia que mas nos libera y que nos ocasiona no solo morir en vida para nosotros mismos, sino vivir en la certeza de que obramos mal y que actuando de esa forma nos alejamos de los demás, que por nuestras acciones se alejan paulatinamente de nosotros.

Es el  Pecado,  el mal que no solo destruyen nuestra relación con Dios, al ofenderle es lo nos separa de nosotros mismo y de todo lo que amamos. Pero este domingo Jesús quiere mostrarnos la eficacia del Perdón y de cómo su misión en el mundo es precisamente esta. Ser el gran Liberador que amando perdona. 

Lo que nos esclaviza.  

En la primera Lectura vemos a un Rey David ante el juicio de Dios: “has despreciado el mandato  del Señor, mataste, tomaste a la esposa de Urías por mujer: has pecado contra el Señor” Desde su papel de soberano la culpa es aun mayor, pues ha utilizado su poder para conseguir lo que deseaba, no importándole el como, solo quería hacer posible su deseo… lo que al final lo esclaviza. Cuantos de nuestro tiempo que tienen autoridad  ejercen actos de injusticia amparados en el puesto que ocupan, olvidando que el primer compromiso del gobernante es velar por el interés de todos.

Ante la palabra acusadora del Profeta. David reconoce su falta, sabe que le ha fallado al Señor y suplica su perdón. Inmediatamente hemos escuchado la respuesta:

“El Señor te perdona tu pecado: no morirás”

Al igual que lo escucharemos en el Evangelio; Jesús perdona a la pecadora publica, por que su actitud es de sincero arrepentimiento y de dolor de su culpa. La respuesta de Dios no se hace esperar es también de perdón.  

Misericordia quiero y no sacrificios.  

Ante la falta de fidelidad del hombre al bien y a al amor. Dios reacciona siendo fiel a su creación y vence al mal con su amor, desde su perdón.

Escuchamos en la segunda lectura de Pablo: “me amo y se entrego a sí mismo por mi”

Tenemos que aclarar, para que no, nos quede la imagen de un Dios manga ancha que todo lo perdona. Que al ejercer el perdón, no se aprueba la actitud del pecador, así en David como en la mujer del Evangelio. Pero ante la debilidad humana y el sincero arrepentimiento, la respuesta del Padre en el antiguo testamento y del Hijo en el nuevo testamento será siempre de Perdón, sin olvidar la consigan: “puedes ir en paz y en adelante no vuelvas a pecar” 

Los que no saben perdonar.


Salta a la vista la intransigente actitud de los fariseos que creyéndose justos no entienden como Jesús se deje hacer de esta mujer que ellos consideran despreciable e irremediablemente pérdida por sus culpas y que no  merece el perdón que Jesús le otorga. “hay de los que se llaman Justos” y de estos hay muchos por todas partes, los que llevan la bandera de la moralidad en las manos, pero que no se tientan la conciencia a la hora de transar, o de vivir una doble vida, o de  querer pontificar desde sus tronos de glorias efímeras. Son los que nos enseñan que perdonar es de débiles y que inyectan el corazón del hombre con el odio y la actitud de revancha en vez del signo del perdón. Ciertamente perdonar es un acto divino, pero que esta también afincado en el corazón del hombre. “Perdona mis ofensas, como yo perdono a los que me ofenden” en la próxima confesión tendría que decirle al Sacerdote que miento cada que rezo la oración que Jesús nos enseño… mientras no sepamos perdonar, mientras no seamos capaces de pedir perdón, seguiremos viviendo en las tinieblas y nos podremos contemplar la luz que la pecadora del evangelio contemplo y que le hizo llorar.
 

La Última Palabra.  

Es para resaltar las palabras de Jesús a la hora de responder a los fariseos el por que del perdón que otorgaba: “Por que ha amado mucho” Y es que hay dos palabras que no se pueden separar en el mensaje mesiánico de Jesús, y estas son Amor – Perdón. Solo perdona el que ama, y solo se acerca a pedir perdón el que sabe que el Amor es más grande que las faltas que ha cometido. Cuando nos acerquemos a la confesión Sacramento magno del amor, tenemos que hacerlo con esta confianza: “El me amo primero” dirá San Juan lleno de gozo: “Dios es amor” y agregamos que este amor Él lo reparte a manos llenas y gratuitamente a todo aquel que enjugando los pies del hermano con sus lagrimas se reconozca pecador.

 Que María madre del amor hermoso nos acompañe en nuestro diario caminar y nos ayude a saber perdonar y saber pedir perdón.

 

Con mis pobres oraciones, necesitado de las vuestras.