Domingo XVIII del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Dios mío, ven en mi ayuda; Señor, date prisa en socorrerme. Tú eres mi auxilio y mi salvación; Señor, no tardes.”

Autor: Padre José Rodrigo Cepeda

 

 

1ª Lectura: Eclesiastés 1, 2; 21-23

Salmo: 89

2ª Lectura: San Pablo a los Colosenses 3, 1-5. 9-11

Evangelio: Según San Lucas: 12, 13-21


¡Dichosos los pobres de espíritu por que de ellos es el Reino de los cielos¡


Todo es vana ilusión.


Es lo que nos muestra el libro del Eclesiastés en la primera lectura, donde nos habla de como el hombres se esfuerza por construirse un capital que luego otro disfruta; Lucas en el Evangelio nos mostrara en el lenguaje de Jesús, la misma situación, donde el que acumula riquezas y piensa almacenarlas para luego disfrutarlas, muere antes de ello, nosotros conocemos de sobra historias como esta, que se repiten día a día; hombres y mujeres que se empeñaron con arduo trabajo a amasar una fortuna, y que nunca disfrutaron del todo, pues bien dice el refrán: (el que mas tiene, mas quiere) así que dedican todo el tiempo a ello. Al final los que disfrutan todo el esfuerzo de estos, son siempre los que nada han hecho para merecerlo y así tenemos dispalfarradores que de la noche a la mañana se convierten en dueños de lo que no les costo (y de estos hay muchos) la mayoría se quedan pobres pronto pues lo que no cuesta, no es valorado, así que castigo para el que se dedico a almacenar riqueza y para el que indignamente la recibió.



Lo que Jesús condena.



“Amigo, ¿Quién me ha puesto como juez en la distribución de herencia?” Es la respuesta al hermano inconforme que le pide que actué como juez. Jesús le responde con una sentencia, que condena al que acumula riquezas para si mismo, sin ser “rico en lo que vale ante Dios” muchos han acusado a la Iglesia de ser cofradía de ausentes, que cortan las alas del progreso etc.… pero en realidad, es todo lo contrario, es mostrar al hombre que es lo realmente importante ante los ojos de Dios y luchar por ello, es buscar el bien solidario y compartido, es darnos cuenta de la imperante necesidad que tenemos de ser Uno con todos los hombres y poner todo nuestro empeño en ello; por eso el canto de la Iglesia y el gozo de su riqueza tendría que enriquecernos a todos “míralos como se ama… y todo lo tiene en común” es como lo entendieron los primeros cristianos, y es como nosotros lo tenemos que entender. Dios ama a los pobres es verdad, pero no quiere su pobreza, quiere la dignidad de sus vidas. Y condena la injusticia de los que acumulan para si lo que pudieran compartir con otros. El grito de la escuela franciscana sigue teniendo hoy todo su actualidad: “Sabedlo próceres y mendigos; nadie tiene derecho a lo superfluo, mientras alguien carezca de lo estricto”



Mi único Señor



El Señor no quiere ser “plato de segunda mesa” ni se conforma con las migajas de nuestro corazón. No quiere que ningún ídolo le haga competencia. Ya en el A. T. nos había dicho: “Escucha Israel: Yahvé nuestro Dios es único. Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Det. 6. 4. 5)

Hoy en su palabra. Jesús nos muestra cono tenemos que buscar la riqueza que nos llene de Dios y no la de los bienes de la tierra “Dios o el dinero” y es bueno recordarlo hoy, cuando leemos tantas paginas de corrupción, por haber hecho del dinero el señor de la vida, ganar mucho y a cualquier precio, parece moneda corriente. Y todo se ve normal si el fin justifica los medios.

De parte de Jesús se nos brinda una sentencia iluminadora: “Buscad el reino de Dios y su justicia; todo lo demás se os dará por añadidura” Muchos de los males de hoy tienen como raíz el egoísmo. El deseo de acaparar, la injusta distribución de bienes, afirmar el bienestar de una manera egoísta. Incluso menospreciar la caridad y la misericordia, esta es la raíz de la vida precaria de mucha gente a nuestro alrededor.

Todos estamos llamados a hacer este mundo mas humano, a convertirlo en una casa confortable para todos, pero no por el milagro de Dios, sino con nuestra colaboración efectiva. Todos los que aceptemos a Dios como el Señor de nuestra vida, creemos en la fraternidad universal.



“No andéis agobiados”


Entre los que escuchaban a Jesús había pobres de solemnidad. Ni eso tan elemental de la comida y el vestido lo tenían a mano. Y Jesús les dice, que no pierdan la esperanza: “¿Quién de vosotros a fuerza de agobiarse; podrá añadir una hora el tiempo de su vida?”

Agobiarse, es su etimología, significa: “encorvar la parte superior del cuerpo hacia la tierra” Jesús nos recomienda, que levantemos la cabeza y miremos hacia arriba. El Señor no elogia la despreocupación ni bendice la pereza de los que son pobres por que nada quiere hacer para remediar esta situación. (Que también los hay) Él nos llama a una fe en la Providencia inteligente y comprometida. Confianza en Dios pero sacándole brillo a nuestros talentos y poniéndolos al servicio de los demás.

Y sabemos muy bien los hijos de Dios, que amor al Padre nos obliga a echar una mano a los hermanos. A todos nos pesa el agobio de esta vida. “A cada día le basta su propio afán” pero a nuestro alrededor hay hermanos que lo tienen mas difícil que nosotros.



La Última Palabra.


Mañana celebramos la Fiesta de la Transfiguración del Señor y Saltillo se vestirá de colorido con la fiesta del Santo Cristo de la Capilla. De nuevo se llenara la plaza de armas con los tradicionales puestos de vendimias y por la noche se disfrutara de las luces de los juegos pirotécnicos. Pero no nos podemos quedar en el folclore. Sino en el compromiso que nos deja el sabernos redimidos: “Dios mío. Da tu juicio al Rey tu justicia al hijo de Reyes, para que rija al mundo con justicia, a los humildes con rectitud” es el canto de estos días que tiene que calar hondo en nuestro ser creyentes.

En este clima de un Dios que nos mira de cerca, desde la mirada de su hijo que desde la cruz nos muestra como se ama. Les comparto un pensamiento que en estos días de ejercicios he recibido: “Anda placidamente entre el ruido y la prisa y saborea la paz que hay en el silencio. Escucha a los demás, aunque te parezcan aburridos e ignorantes: ellos también tienes su propia historia”


Santa Maria consiguió en Caná un milagro de amor. Por que supo ser solidaria.


Con mis pobres oraciones, necesitado de las vuestras.