El Hombre a la luz de Dios

Autor: Padre Juan Carlos Navarro

Sitio Web: www.elescoliasta.org



1. A imagen de Dios

 

Y dijo Dios:

-«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.»

Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo:

-«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.»

Génesis 1, 26-28


Este es el primer lugar donde se menciona al hombre en la Biblia, y se dice que es creado a imagen y semejanza de Dios. El hombre aparece al final de la obra creadora de Dios, cuando ya va tocando a su fin la semana ideal en la que el autor sagrado va narrando como una progresión el origen de todo el universo. Esta situación, al mismo tiempo que pone al hombre como parte de la creación, establece una diferencia respecto al resto de lo creado, el hombre no sólo es el final de la creación sino también su fin, la criatura en la que lo creado alcanza su máxima expresión.

Dios, cuya palabra ha dado origen a cuanto existe, antes de crear al hombre, se habla a sí mismo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Llama la atención el plural de la voz divina, para algunos intérpretes es un anticipo de la revelación de la Trinidad, también es una suerte de diálogo interior de Dios que se vuelve hacia sí mismo para proyectar su propia imagen hacia fuera en la culminación de la creación, así lo explica el Papa Juan Pablo II:
 

Es significativo que la creación del hombre vaya precedida por esta especie de declaración con la que Dios expresa la intención de crear al hombre a su imagen, más aún “a nuestra imagen”, en plural (en sintonía con el verbo “hagamos”). Según algunos interpretes, el plural indicaría el “Nosotros” divino del único Creador. Este sería, por tanto, de algún modo, un primer y lejano signo trinitario. En cualquier caso la creación del hombre, según la descripción de Génesis 1, va precedida de un particular “volverse” a sí mismo, “ad intra”, de Dios que crea.

Juan Pablo II, El hombre creado a imagen de Dios.
Catequesis sobre el Credo
, 9-4-1986.


El hombre es imagen y semejanza de Dios porque refleja la intimidad divina. ¿Qué implicaciones tiene el ser imagen de Dios para el hombre? El texto nos orienta hacia el dominio sobre la creación. El hombre está llamado al dominio sobre todo lo creado como imagen de Dios. Esto lo coloca en una posición particular, frente al mundo el hombre se sitúa como Señor; ante Dios, como imagen. El hombre es una encrucijada entre lo creado y Dios, un camino por el que la creación se eleva por encima de sí misma para recibir a Dios y Dios se dirige a su creación para realizar en ella su designio de amor.

Coincidente con el sentido de esta primera reflexión es el análisis que ve en este texto una remembranza de la costumbre oriental por la que se ponía la estatua del rey por los distintos lugares de su reino como signo de su poder en ellos. De hecho, la palabra hebrea que en este texto normalmente se traduce como imagen (tselem) también significa estatua. El hombre es el representante del señorío de Dios sobre el mundo. Pero no sólo eso, si la estatua de un rey representa su poder en su reino, la estatua de un Dios representa su presencia en su templo. El hombre, estatua de Dios, convierte a la creación en Templo, lugar de la presencia de Dios. El hombre consagra la creación haciéndola casa de Dios. A través de él la creación no es únicamente lo ajeno a Dios, sino el lugar donde Dios quiere dejar la impronta de su presencia y voluntad.

El hombre es el representante del dominio divino sobre la creación, no se trata, por tanto de un monarca absoluto al que Dios hubiera dado la libertad ilimitada de manejar el mundo a su capricho, sino de un representante del poder de Dios como poder de vida. El domino del hombre sobre la creación está incluido en su relación fundamental a Dios como imagen y por tanto implica ser representante de su providencia protectora sobre el mundo. Es la misma idea que, de forma menos elaborada, pero más sugerente, propone el relato de la creación de Génesis 2 al hablar del hombre como el que tiene que guardar y cultivar el parque de Edén (Gn 2, 15).

No es esta la única referencia que permite profundizar en el sentido del ser imagen de Dios, a continuación el texto, recalcando por medio de una reiteración las idea de creación a imagen de Dios, termina diciendo “hombre y mujer los creó”. También en la diferencia de los sexos el hombre es imagen de Dios, el hombre está llamado en su mismo ser corporal a la comunión de personas porque Dios es comunión.

De este modo tenemos dos ejes a lo largo de los que se desarrolla el ser imagen de Dios, un eje vertical que lleva desde la creación a Dios pasando por el hombre y un eje horizontal que lleva a la comunión en la diferencia de sexos. Si ampliamos la perspectiva podemos decir que el hombre es imagen de Dios dirigiéndose a él desde su formar parte de la creación y haciendo presente el ser relacional de Dios en su comunión con el resto de los hombres que tiene su punto culminante en la comunión entre el hombre y la mujer. La referencia a Dios es, por tanto, el constitutivo fundamental del ser humano, lo que lo define de la forma más precisa, ya que está en la base del entramado de relaciones con los demás y con el mundo que lo hacen ser hombre.

Con esto ya tenemos una profunda comprensión del ser del hombre, pero la revelación definitiva de Dios en Cristo ilumina con mayor intensidad estas intuiciones del Antiguo Testamento:
 

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
tronos, dominaciones, principados, potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo y todo se mantiene en Él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Colosenses 1, 12-20


Cristo es la imagen definitiva de Dios. Pablo da dos razones de esto, precedidas ambas por la cláusula “porque”. En primer lugar todo fue creado por él y para él. Cristo es la razón última de toda la creación porque desde su origen la creación fue hecha para alcanzar su plenitud en él. Todo lo que existe está orientado hacia Jesucristo en quien todo se mantiene. Unirse a Jesucristo resucitado, hombre pleno, es el destino último de la creación. El hombre es imagen de Dios porque ha sido hecho según la imagen perfecta de Dios. Ser imagen de Dios significa estar llamado a reproducir en el propio ser el ser de Cristo, imagen perfecta de Dios como Hijo de Dios hecho hombre. Habría que entender el texto del Génesis en el sentido de que Dios hizo al hombre, no directamente como imagen suya, sino según su imagen, que es Cristo. El hombre es la criatura formada para hacer posible la encarnación de Dios.

Queda una razón más por la que Cristo es la imagen de Dios para Pablo: por él quiso Dios reconciliar consigo todos los seres, tanto del cielo como de la tierra. Cristo es imagen de Dios reconciliando, es decir llevando a su fin el camino que vimos iniciarse en el Génesis, la comunión entre Dios, la humanidad y la creación. Es la participación en esa obra de Cristo la que completa en el hombre la imagen de Dios.

Ser imagen de Dios no es una pacífica posesión del hombre, sino una llamada a la unión con Dios en Cristo. El ser humano es imagen de Dios porque ha sido destinado desde su creación a participar de la vida de Dios en Cristo y eso se trasluce y refleja en su relación con el mundo y con los demás. Con gran acierto recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, citando el concilio Vaticano II, que “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (CIC 359). Ser imagen de Dios en Cristo es la base de la dignidad propia de la persona humana:
 

Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.

CIC, 357


Este denso número del catecismo hace una profunda enumeración de cómo se despliegan en el hombre los dos ejes que decíamos constituían su ser imagen de Dios. En primer lugar tenemos el eje horizontal de la relación con el resto de la humanidad, para hacer posible que esa relación sea un reflejo de la relación personal perfecta que constituye el ser divino el hombre ha sido dotado de la capacidad de conocerse y poseerse, pero no para cerrarse en sí mismo, sino para darse libremente y entrar en comunión. El hombre no existe para sí mismo, sino para, siendo él mismo, ser capaz de entregarse a los demás en libertad y en amor.

Por otra parte, en el eje vertical que va de la creación a Dios, el hombre ha sido llamado a una alianza con su Creador y dotado de la posibilidad de confiar en Dios y amarlo. Esto significa llevar la capacidad de autoentrega amorosa del hombre a su límite máximo, allí donde se acerca a la propia realidad amorosa de Dios. En estas características está encerrado lo más original y radical de la dignidad personal del hombre. El hombre es la criatura que puede salir más allá de sí mismo, de trascenderse hacia Dios y hacia los demás.