¿De qué llenas tu vaso?

Autora: Kary Rojas

 

 

Imagino el alma como un vaso, guardado en lo más hondo de cada persona, de diferente tamaño y forma, buscando siempre llenarse, para derramarse y así darse.


Hay quienes experimentan vacíos, quizás porque a lo largo de su vida no se les ha brindado lo que realmente han necesitado, también porque quizás no desean saciarse de las cosas del mundo y reservan un espacio para que sea Dios quien lo colme con el amor que de muchas formas nos ha declarado. Otros son vasos con grietas, que se han
quebrantado y deformado con los golpes y caídas con los que se han topado; tienen heridas, por donde se les escapa la fe y la esperanza, ven como pierden lo poco que les queda, sintiéndose frágiles y desgastados. En su experiencia de vaciedad, sienten afán de llenar y calmar la angustia y la soledad que les hace vivir momentos de tristeza y ansiedad; toman caminos equivocados, se sacian de lo primero que encuentran, evaden la realidad que les ha tocado vivir, perdiéndole sentido a todo, sin saber que hacer o porque han de existir.

Hay vasos repletos que se derraman de eso que llevan por dentro, del amor que han recibido, o la amargura que pudieron haber experimentado; de los detalles y caricias o los golpes e injusticias.
Otros comparan su apariencia, forma y tamaño; los más grandes y elegantes creen que aún sin darlo todo, son los que más han entregado, cuando en su vanidad solo dan lo que les ha sobrado. Están también aquellos que quizás siendo los más pequeños, quebrantados e imperfectos; entregan mucho más que los que se dicen perfectos, estos en su humildad, donan todo lo que llevan por dentro, se desprenden hasta de sus propios pedazos; se llenan de amor para derramarlo o
regalarlo por todo el universo. Los vasos enormes, llenos y completos; no experimentan necesidad de buscar a Dios, ni de dejarse moldear por dentro; se vuelven tercos y orgullosos, afirman que es mejor dejar todo así tal cual está hecho; y los más sencillos y chicos; en sus sueños de crecer, se aferran a las manos del Creador, se dejan moldear, reparar y si es necesario romperse todo para que el Dios Alfarero los haga de nuevo.

Es el momento de pensar: De qué llenas tu vaso? Qué llevas por dentro? Te sientes vacío o crees que ya estás lleno? Qué esperas recibir para poder entregar? Estas dispuesto a derramarte y regar el mundo de aquello que dentro de ti hay?.